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Autoelogios que ofenden

Por Efrén Vázquez Esquivel

Tan impactantes han sido las sentencias de un grupo de 69 juzgadores del PJF en Nuevo León, 55 hombres y 14 mujeres, que, “asidos a la palabra de vida que ha orientado sus fallos”, éstos, por haber sido inspirados por la divinidad, contienen verdades eternas sobre el sentido de la justicia que las generaciones de hoy y todas las que lleguen antes de que los comunistas acaben con el país, deben conocer, valorar y nunca olvidar.

Pero, sin duda, el fallo más morrocotudo de estos juzgadores, poseídos por el espíritu de Hermes Trismegisto, quedó inscrito en un monolito artificial que ellos mismos mandaron construir en la entrada de las instalaciones del PJF de la Loma Larga. Dice lo siguiente:

“Que nunca se olvide el nombre de las personas titulares de carrera judicial que en este Cuarto Circuito enfrentaron la Reforma Constitucional al Poder Judicial, cuyos efectos devastadores trastocaron el sueño de dedicar toda una vida a la impartición de justicia de manera independiente”.

¡He ahí el juicio de la historia! No es necesario esperar, como lo pide la teoría de la historia, a que el tiempo transcurra para revelar los errores originados por prejuicios incontrolables debido a la incapacidad de autocrítica y el rechazo a la crítica, para determinar objetivamente si en la confrontación de la SCJN con los gobiernos de la 4T la razón estuvo del lado de los jueces o del Legislativo y Ejecutivo.

Por hoy lo único verificable, sin riesgo de error, es la megalomanía ofensiva de estos juzgadores que, sin duda, superaron la dedicatoria jocosa del general José Guadalupe Arroyo, personaje ficticio de Ibargüengoitia en Los relámpagos de agosto, cuando dice: “A Matilde, mi compañera de tantos años, espejo de mujer mexicana que supo sobrellevar con la sonrisa en los labios el cáliz amargo que significa ser la esposa de un hombre íntegro”.

En la narrativa de los togados no hay, como en Ibargüengoitia, un tono gracioso para criticar la realidad política y social de la época; hay pruebas, eso sí, de que no tienen contacto con la realidad y que como jueces son incapaces de controlar sus prejuicios, sin lo cual no es posible la imparcialidad.

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Efrén Vázquez Esquivel

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Autor: lostubos
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