Por Eloy Garza González.
Ayer me invitaron a participar en un debate curioso de si es mejor estar conectados que desconectados. Este dilema es una tontería. La disyuntiva de cualquier persona entre estar inmersa en Internet o vivir sin tanto artilugio cibernético, está fuera de lugar. La vida real abarca los dos ámbitos. Las redes sociales no tienen reversa. No es una moda con fecha de caducidad. Llegaron para quedarse, nos guste o no nos guste. Ponerse a despreciar la inteligencia digital o a condenar los avances científicos apoyados en la informática, es un suicidio neuronal, un completo disparate.
Las redes no nos vuelven más sociales ni más solitarios, ni más listos ni más tontos: a quien guste socializar, Internet le aumentará ese hábito gregario, a quien valore más las virtudes del ermitaño, Internet le dará los rincones virtuales propicios dónde rumiar en paz su soledad. Si el usuario prefiere pasarse sus días buscando sitios pornográficos, los hallará en un santiamén para que malgaste en eso su vida y su esperma. Allá él. O ella.
Los usuarios no necesitan estar motivados por los asuntos electorales o interesados en ellos, para participar constantemente en política en línea. Permanecer mucho tiempo conectados y navegando los expone a recibir estímulos para movilizarse colectivamente como firmar peticiones, participar en foros y grupos de discusión, reenvío de mensajes con voluntariado y adhesión a campañas digitales. Incluso en actividades de boicot de productos de consumo o burlas a personajes como la prepotente influencer Yoss Hoffman, que se burló (ella y sus amigos borrachos), del pobre trabajador de un yate. Y no se nos olvide que los usuarios de redes sociales, respaldados por Ricky Martín y Bad Bunny prendieron la mecha para tumbar al gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, descarado denigrador de semejantes en Telegram.
En Twitter, por ejemplo, el usuario tiene opción de realizar una encuesta con una pregunta y cuatro opciones de respuesta y finalizarla en una semana, con resultados porcentuales. Instagram opera de forma similar: en los instastories pueden hacerse encuestas con una pregunta y dos opciones. Sólo que aquí finaliza en 24 horas. En Facebook el usuario puede formular una pregunta, dos opciones de respuesta y el tiempo de finalización indefinida. Y en los fan page, uno mismo puede diseñar las opciones de respuesta mediante gif o fotos.
No habitamos “online”, u “offline”, sino “inlive”. Serán los nativos digitales (chavos entre 18 y 25 años) quienes tendrán más claro que la red, los videojuegos y las series modernas de TV no son una evasión de la realidad sino un entorno que enriquece lo real, lo que tendrá sus implicaciones políticas. ¿Cuáles? El hecho de practicar el voto constante en línea (likes en Facebook, retweets en Twitter, etcétera). Este hábito de votar a todas horas, bien adiestrado en línea, se reproduce luego en el sufragio electoral. Las redes refuerzan el sentido de pertenencia de una localidad, los hábitos democráticos, el apego al territorio y la buena vecindad. Otra vez: no hay “online” ni “offline” sino “inlive”.
¿Y los políticos de siempre? Repartiendo despensas en colonias populares y pagando carretadas de dinero a los medios masivos y a los creadores de bots. Genios y figuras, hasta la sepultura.
@eloygarza