La queja sistemática de estos tiempos es la cada vez menor cantidad de lectores de libros de corte humanístico. Estas ausencias intelectuales impactaron además en la producción misma de los libros. Las grandes editoriales manejan cada vez más criterios comerciales. El ejemplar se relame y adorna hasta hacerlo un objeto cuyo valor se dispara por la profusión elementos ajenos al contenido mismo, un libro diseñado para admirarse más que para leerse.
En esta ruta de colisión con la frivolidad, aparecen editores independientes, que regresen al respeto riguroso del contenido e intentan senderos alternos, atajos para conciliar el libro-objeto con el mensaje que porta.
Violetta Estefanía Ruiz, también editora independiente, se pregunta preguntando a dos de esta especie de curadores literarios por sus respectivas rutas alternas, y cómo, de un impulso casi instintivo de difusión, crearon editoriales como An.Alfa.Beta, Carlos Lejaim Gómez; y Argonáutica, Marco Antonio Alcalá.
En importante descubrir con ellos cómo desarrollaron sus proyectos editoriales, y cómo han tenido que adaptarlos a circunstancias ajenas al valor de la obra misma. Pero es todavía más importante reconocer que, a través de los editores independientes, se enlaza al escritor con el lector; entender que en ese esfuerzo editorial, casi altruista, no sólo se conserva el hábitat de la literatura, además, con la paciencia monacal del amanuense, se trabaja en un moderno pero modesto scriptorium para recuperar al elemento más importante de la Literatura: el lector.