Por Carlos Chavarría.
Cuando una persona de muy alto nivel en las organizaciones, sean públicas o privadas, toma lo que no es suyo, no sólo es un crimen, comete un error cuyo castigo será mayor que la sola pena carcelaria por la corrupción.
Parece una verdad de Perogrullo pero no lo es, y siempre debe recordarse, y el presidente López Obrador lo hizo en una de sus conferencias matutinas: él prefiere leales y honestos que capaces; y así son en el fondo todos los hombres con poder, castigan más el error que el crimen.
Nada más alguien muy sediento es capaz de tomar, sabiéndolo, hasta el agua envenenada con tal de saciar su sed. Inmolarse ante el poder no es grandeza cuando ya muy pocos conocen y respetan el corazón del hombre y la pasión es lo único que rige la vida cotidiana.
El robo se paga con cárcel y resarcimiento, pero el error nunca se limpia. La podredumbre viene acompañada de la peste de la inmundicia por la confianza traicionada, y la peste nunca abandona al muerto. “Nada corre tanto como la calumnia, nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se difunde tan ampliamente”. (Cicerón).
La justicia no debe ser un circo ni los juzgados una arena para cobrarse las afrentas más oscuras, so pena de regresar al canibalismo romano, quienes usaron al Derecho como medio para matar y destruir con total impunidad y así parecer ante el pueblo como impolutos en el poder a sabiendas que éste lo corrompe todo.
El gobierno siempre está expuesto a la degeneración, más aún cuando siempre dejará descontentos a muchos cuando resuelva algún problema, pero si convierte al escarnio en su estandarte, cualquiera de sus más pequeños errores será razón suficiente para exigirle más condenas, y los errores siempre tendrán un costo en tanto actúe en una dirección o en cualquiera.
El que linchó igual será linchado. La justicia no puede ser materia de asambleas populares multitudinarias porque las masas no tienen pensamiento propio y sólo aprecian la sangre.
No se mueve la hoja del árbol si Dios no lo quiere, dijo Cervantes inspirado por San Agustín, y en el gobierno mexicano el presidente es, fue y será siempre el todopoderoso de su tiempo y todo se cobrará, porque el sistema así es, vindicativo a fuerza.
Cuántos habrán de recibir la muerte civil ante los abusos que cometieron cuando fueron poder para que se consolide el nuevo viejo y repetido poder hegemónico… sólo lo sabe el presidente y su catálogo de cuentas y desconfianzas personales pendientes de emparejar.
“El arte de la diplomacia es acorralar al contrario, pero dejándole una salida para que por ella pase”. Henry Kissinger.