Por Félix Cortés Camarillo.
No hay indicios claros en el diccionario de Corominas sobre la etimología de la palabra carajo; pero de que se trata de una palabra malsonante, que en su sentido más conocido en nuestros países hispanoparlantes equivale a falo, pene, miembro viril. Cuando se manda a alguien al carajo, la frase no puede tener buenas ni amables intenciones.
El presidente López dijo a los legisladores con los que hace un par de días se reunió, entre los que abundan las tendencias divisorias, que los vulgares ambiciosos del poder, carentes de principios y de ideales, no tenían nada qué hacer en el noble ejercicio de la política y deberían irse al carajo.
A mí las palabras llamadas mal sonantes nunca me han asustado y a mí me suenan muy bien. Seguramente al presidente López también. En la homilía mañanera, cuando se mencionó que había trascendido el uso de la palabreja ante los legisladores, el Presidente se defendió y dijo que el insulto tenía orígenes en la navegación. Yo conozco la versión, que cuenta un holandés, que en la lengua de su patria la palabra kraaienest quiere decir nido de grajos; se refiere a que en España suele decirse que cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo.
Eso sustentaría la hipótesis de que en el palo mayor de las viejas embarcaciones se colocaba un cesto -nido- que era ocupada por un marino mal portado al que se le castigaba con la función de mirar desde aquella altura las nubes, tormentas, navíos o tierra en la cercanía. De esa forma, el ocupante del carajo era un vigía. Le considero hoy, un castigo de privilegio.
La reacción del líder de Morena se presenta cuando su organismo de poder comienza a naufragar. Sin ser un partido político por carecer de ideología definida, programa de acción y estructura de mando claros, funciona como un aparato para ejercer el poder conquistado. Tiene un líder indiscutido y una prole numerosa; a cambio de ello, esa prole está integrada por tribus disímbolas y peleoneras. Ricardo Monreal y Martí Batres protagonizaron la fricción más espectacular en estos días. A la chita callando, debajo de esta pugna está un tema fundamental, la reelección. De la misma manera que está en la reforma a la Constitución de Baja California. Ensayos generales de lo que se puede dar con la revocación del mandato y “lo que diga el pueblo”, en palabras de Andrés Manuel.
El mismo Presidente sintió la necesidad de adoptar el papel del niño dueño del balón. Si prosigue este ambiente de desunión y rencillas, el señor López Obrador tiene el privilegio de recoger la pelota de su propiedad y salirse de la cancha, acabando el partido -de futbol- y llevarse la marca registrada de Morena a otra parte. Otra forma de mandar a todos sus indisciplinados discípulos al nido de grajos de las naves holandesas.
Los zapatos mojados del marinero de la tonadilla, que solía tocar la guitarra, le hicieron resbalar. “Cayose el marinero, con la guitarra a cuestas, se le rompió una cuerda y no pudo más tocar. En alta mar, en alta mar…”
Cuando la tormenta es fuerte, hay que jalar amarres y recoger las velas. El presidente López, que mañana domingo no tendrá mucho que informar sobre los hechos realizados durante su joven administración, tiene que estar pensando en que al que más conviene estabilizar la nave es a él. Pero para ello se necesita tener timón firme y curso claro.