Por Francisco Tijerina.
“Si no chocamos contra la razón, nunca llegaremos a nada”
Albert Einstein.
Nací y crecí en una comunidad en la que por la cercanía geográfica y por costumbre, para las personas de clase media era normal acudir una vez al año (cuando se podía) a la frontera a comprar algo de ropa y pasear un día.
Pasados los años la Isla del Padre se convirtió en un sitio para vacacionar para los regiomontanos y cada verano muchos hacían viaje a ese lugar.
Ir a “Mcllear” era común y en ocasiones, por poco dinero que trajeras, viajar para ir a ver tiendas y comer algo en Laredo o McAllen era algo usual. En mi caso particular acudir a ver corridas de toros en Nuevo Laredo o Reynosa era más que habitual.
Siendo sincero no tengo idea de cuántas veces he recorrido esas carreteras, así como ir de Múzquiz a Piedras Negras para cruzar a Eagle Pass. Fueron tantas…
Pero en los últimos años a fuerza de escuchar historias y testimonios, de conocer a víctimas y platicar con ellas, terminas por preferir desechar la posibilidad ante la posibilidad de que en cualquier lugar, ya sea la propia ciudad fronteriza o la carretera, se te aparezca un retén de bandidos para quitarte dinero.
Algo está mal cuando en todos los niveles de gobierno hablan con elocuencia de que están venciendo al crimen; cuando en Tamaulipas los alcaldes aseguran que están en paz y el Gobernador calla sobre el tema. Cuando a nivel regional se echan confeti al declarar acerca de una coordinación interestatal y cuando a nivel federal nos quieren convencer de que están ganando la guerra a la delincuencia organizada.
Esta semana, otra vez, a 300 metros del Puente Internacional en Nuevo Laredo, en una calle que por la que he circulado cientos de veces, delincuentes instalaron un retén en plena vía pública y estuvieron exigiendo cuota a ciencia, paciencia y complacencia de autoridades locales, estatales y federales.
Podría creer en todas las historias que me dicen desde el gobierno, pero mientras la realidad me azote en la cara desmintiéndoles, no podré menos que dudar de su palabra.
No es un asunto de ideologías, creencias o partidos, es la simple y llana realidad.