Por Federico Arreola.
Qué bueno que El Diablo Fernández ya le bajó a sus intenciones de organizar a la derecha empresarial —vía el Tecnológico de Monterrey— para combatir con métodos fascistas a la 4T.
Qué bueno que ese empresario —como otros importantes hombres de negocios que han visitado a Andrés Manuel— haya anunciado, después de haber comido en Palacio Nacional, que invertirá 61 mil millones de pesos.
Pero, ¿¡¡¡61 mil millones de pesos de más Oxxos!!!? Éramos pocos y parió la abuela. ¿Lo que México necesita para su pleno desarrollo son más changarros corporativizados?
No me resigno a que el país entero se haya pintado de los colores rojo y amarillo de Oxxo —a cada mexicano nos tocan por cabeza 2.5 de estas cantinas disfrazadas de tiendas de conveniencia—, acepto la triste realidad, pero ¿tales son los únicos grandes proyectos que el talento empresarial nacional puede desarrollar?
Nos llena de optimismo a todos que, poco a poco, Poncho Romo y Carlos Salazar estén convenciendo a sus colegas de que apoyen a la 4T con planes de inversión, pero ¿en qué quieren invertir nuestros empresarios? Básicamente (i) en las obras que el gobierno paga, (ii) en vivienda vertical para seguir complicando la vida en las grandes ciudades, (iii) en enormes centros comerciales por todas partes y (iv) en más y más changarros llamados Oxxo o similares.
¿No podría el presidente López Obrador suplicarles que dediquen algo de dinero a promover el talento de los jóvenes mexicanos que se forman en nuestras facultades de ingeniería, muchachos con ideas valiosas para desarrollar tecnología a quienes nadie pela y que, tristemente, para no terminar después de posgraduados como cajeros en los Oxxos del Diablo Fernández, ante la falta de recursos para llevar a la práctica sus proyectos de innovación tendrán que ir a buscarlos al extranjero?
Un buen ejemplo de grandeza empresarial a la mexicana lo ofrece El Financiero. El dueño de este diario no ha pagado salarios en más de dos meses, pero dice que ya se va a poner al corriente porque ha concretado al fin uno de sus proyectos de inversión: ganó una licitación pública de algo, esto es, el gobierno lo seguirá manteniendo. Eso jura y probablemente así será. Ojalá alguien ponga fin a tan vicioso y viciado modelo de avance empresarial.