Por José Jaime Ruiz.
Los vándalos son profesionales del desmadre. Su coreografía de la violencia es, como toda coreografía, organizada. Están a un paso de ser terroristas porque, en el fondo, lo que desean es reventar toda marcha o manifestación legítima. No provocan cambios sociales, invocan violencia. Ningún “cordón blanco” o de paz va a contenerlos este 2 de octubre. Como activista del CEU y ahora como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum lo sabe.
Nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, califica como conservadores a los supuestos anarquistas. Se equivoca. No quieren conservar, quieren reventar. Su desmadre no es un puñado, son organismos definidos y orquestados. Y, se sabe, toda orquesta requiere patrocinio, dirección. Como las barras inventadas en el futbol, los miembros son asalariados. Por ese lado son conservadores, no anarquistas.
Como pagano, no me inclino ante monumentos y templos: están hechos desde la verticalidad, no desde la convivencia horizontal. Así se llamen catedrales, hemiciclos, palacios, columnas, obeliscos, pirámides. Lo peor de Washington DC es la olímpica escultura de Lincoln monumentalmente sentado. Creo que Abraham la despreciaría. Lo peor de la Alameda es el cenotafio a Juárez, creo que Benito lo despreciaría.
Si los vándalos fueran radicales apostarían por la democracia. Son grupos menores y espectaculares. Si realmente tuvieran calidad política, se manifestarían solos, sin el uso rémora de manifestaciones legítimas de otros y de otras. Y hay que ser claros: son represores profesionales. Con su actitud vandálica, reprimen y revientan las manifestaciones populares. No son conservadores, son reventadores.
Como Claudia y Andrés Manuel, a quienes autorizamos los ciudadanos a ser autoridad, son indecisos, llegará el momento en que las manifestaciones públicas tengan su propia purga. El pueblo bueno.
¿Y los vándalos? Despreciarlos mañana.
