Por Carlos Chavarría.
Al presidente López Obrador le sobra material para el circo que tanto le gusta. Con facilidad encontrará todos los días más y más capítulos de la gran cloaca que es el poder público en México, pero la verdad es algo que ya dejó de importar.
El reparto de mierda desde la presidencia, que todo lo sabe, continuará hasta el 2021 y habremos de acostumbrarnos a ello.
El Presidente está dándole aire a lo que ya el pueblo daba por sentado, que todo olía muy mal en el gobierno, no sólo en el federal sino en los estatales y municipales, y ningún organismo escapaba a la corrupción. Bastaba ver las formas de vida y súbitas riquezas de todos los personajes públicos cuya única trayectoria había sido el sector público.
Pero la verdad es que el sistema de gobierno no se transforma para mejorar con la sola exhibición pública del mugrero, sino con la reingeniería de todos los procesos y el reforzamiento de la moral y valores en la nación entera.
Se va el ministro de la SCJN Medina Mora, y eso, debiendo ser el disparador para incidir en las malas prácticas, en este caso del Poder Judicial, sólo se convierte en un linchamiento público más de los que todos los días ocurren.
La verdad es que la Suprema Corte, así como el Poder legislativo, nunca han sido independientes de la voluntad presidencial. La independencia de los poderes públicos está socavada por el Ejecutivo desde que Calles diseñó el sistema perfecto, y aunque las diatribas presidenciales cotidianas se quiere colgar medallas por destapar casos de corrupción, la verdad es que al presidente López Obrador no le interesa quitarle un ápice al poder presidencial sobre los demás poderes.
Es verdad que el presidente está descorriendo el velo que ocultaba las muchas negociaciones para exprimir al sistema, pero la verdad es que todavía en esta administración se mantiene la oscuridad; dígalo si no el hecho de que el propio Presidente se mete para defender a la nueva casta, pero ahora de su círculo cercano.
Es verdad que el Presidente ha tomado decisiones erradas, todas las que ya se han hecho públicas, que el aeropuerto, que la refinería, que la nueva CONASUPO, etc., pero también es verdad que siempre los presidentes hicieron lo mismo que el actual, porque la verdad cruda es que no existe contrapeso alguno al enorme poder presidencial.
Es verdad que la obra pública se queda atada al valor de las tierras aledañas incrementándolo, lo mismo en Texcoco, ahora habrá nuevos beneficiarios más cerca de la órbita del poder presidencial que incrementarán su riqueza con Santa Lucía.
La verdad es que el gobierno no captura casi nada del incremento en el valor de las tierras debido a sus inversiones y ahí está la razón de la eterna e impagable deuda pública.
Es verdad que entre más cercano se esté del poder se pueden obtener más canonjías fiscales y de todo tipo, siempre fue así, y la verdad es que el gobierno vive de todos los anónimos contribuyentes que no tienen influencias o medios de defensa para superar su triste y lamentable sujeción.
Es verdad que una casta dorada dentro y fuera del gobierno en cada sexenio dilapidaban los recursos del pueblo a su antojo, pero lo cierto es que ahora está ocurriendo lo mismo.
Es verdad que los estados y municipios reciben menos de los que aportan sus geografías económicas, pero también es verdad que en este momento están desatados inventando cobros, cargos y derechos para quitarle más a los hogares por lo que el gobierno federal no le da.
Es verdad que los presidentes siempre nos habían maniobrado con la verdad, usando vulgares mentiras, cortinas de humo y medias verdades, pero el actual está haciendo lo mismo porque la verdad hace mucho que dejó de importar.