«Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden.
Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control».
Denis Diderot
No había necesidad de ser un genio de la comunicación, mago, brujo o adivino, para saber con antelación lo que Jorge Ramos le preguntaría en una entrevista a Nicolás Maduro. Por ello sorprende la reacción del aún presidente venezolano ante los cuestionamientos del periodista.
Y es que Maduro, como tampoco su equipo de comunicación, aprendieron de la historia. Baste ver la manera en que Evo Morales, de Bolivia, en su momento hizo exactamente lo mismo, aunque en aquella ocasión no pudo confiscar los equipos ni retener al equipo de producción, porque estaba en los Estados Unidos.
Al margen de las posturas ideológicas, lo de Maduro con Ramos es una muestra de lo que no se debe hacer jamás. Primero levantarte y abandonar la entrevista, porque dejas al dueño del micrófono con él; después retenerlos contra su voluntad y quitarles sus equipos y material, porque lejos de impedir el escándalo lo único que consigues es potencializarlo.
Tras unas horas el gobierno venezolano liberó al equipo de producción de Univisión, pero más tarde que temprano, por su propio bien, tendrá que entregar las grabaciones, aunque ello le signifique proyectar una imagen de intolerancia ante el periodista.
¿Qué esperaban de Jorge Ramos conociendo sus antecedentes? ¿Creyeron que porque en su momento fue crítico a Trump se adosaría a la Revolución Bolivariana? ¡Qué ingenuos! ¿En qué términos y condiciones se pactó la entrevista?
Al retener a Jorge Ramos y su equipo, Maduro ha cometido uno de los errores que más caros le pueden costar, no por su tensa relación con los Estados Unidos, sino por el mensaje que ha dado al mundo entero.
Y todo por una de dos causas: una soberbia infinita o una estupidez aún mayor.
ftijerin@rtvnews.com