Por Francisco Tijerina.
“Hay ladrones a los que no se castiga,
pero que roban lo más preciado: el tiempo”
Napoleón I.
Admito, con una buena dosis de vergüenza, que ayer malgasté 20 minutos de mi tiempo escuchando una entrevista en la radio que no me dejó nada, sólo un amargo sabor de boca.
Óscar Mario Beteta hizo coincidir en su espacio de Radio Fórmula al diputado con licencia Juan Carlos Leal y a Manuel González Flores, Secretario General de Gobierno de Nuevo León, para hablar sobre el tema de la iniciativa sobre la objeción de conciencia médica.
Influenciado por la entrevista que tuvo una semana antes con Leal, el conductor del noticiero partió de una base errónea para formular la premisa de que el Poder Ejecutivo vetaría la iniciativa (sigue siendo iniciativa así haya sido votada hasta en tanto no se publique en el Diario Oficial, por caridad de Dios diputado con licencia).
Y así, el bueno de Óscar Mario le soltó al Secretario: “Usted dijo en diversos medios que la ley era discriminatoria de los grupos LGBT” y González Flores lo desmintió: “Yo nunca dije eso”; el comunicador inquirió entonces a Leal Segovia: “usted dijo que el Secretario dijo”, a lo que el legislador con licencia respondió primero que “lo había escuchado en una entrevista”, sin acreditar su dicho.
Manuel González sostuvo su postura: el punto es hacer coincidir el derecho universal a la salud consagrado además en nuestra Constitución, con el derecho individual de cualquier médico a negarse a atender a un paciente de ciertas características como lo plantea la iniciativa.
Pero el periodista (por desconocimiento o inducido) y el diputado con licencia (con mala fe y ganas de notoriedad) seguían montados en su macho: “Usted dijo que era discriminatoria” y es que en realidad la propuesta de ley lo es, porque marca la posibilidad de que cualquier médico se ampare en esa ley para no atender a un paciente y violar su derecho a la salud.
Labioso y enredoso, Leal dijo que la propuesta no era discriminatoria y en todo caso el argumento del Ejecutivo sí lo era porque atentaría contra los médicos al dividir a los que tendrían una objeción y a los que no.
¿De verdad es tan complicado entender que es respetable el derecho individual de cualquier doctor que no acepte atender a un paciente por cualquier circunstancia que a juicio del galeno vaya en contra de sus principios, pero que el Estado debe mantener la tutoría y preservar el derecho a la salud de todos?
Tan fácil que es comprender que sí, pueden estar en su derecho, pero si en una institución hospitalaria hay doctores que se apeguen a esta idea, se debe contar con otros que por encima de cualquier premisa cumplan con el juramento hipocrático y sin distingos atiendan a cualquiera.
Ayer perdí 20 minutos gracias a un político que engañó a un periodista y que sólo busca reflectores para continuar con su insulsa carrera.