Por Félix Cortés Camarillo
No es definitivamente el mejor momento para que Morena, movimiento político armado en torno a un líder mesiánico, sin ideología, programa, estatuto o proyecto, se disgregue en medio de pugnas por el poder interno nacidas en animosidades y rencores personales en los que se pretende inmiscuir incluso al presidente López, padre, hijo y espíritu santo de Morena. Lo más probable es que siga el sino trágico de su antecesor, el PRD; la medio-dirigente de Morena, Yeidickol Polevnsky ha vaticinado incluso la renuncia del presidente López a su propio embrión de partido político.
Revisemos.
En 1989, luego de las elecciones polémicas de 1988, el formal perdedor de la presidencia de la república, Cuauhtémoc Cárdenas, decidió reagrupar sus fuerzas que le habían llevado a la candidatura en frente en un partido político que volviera a la pugna electoral de manera formal y con fuerza mayor. Así surgió el PRD, con el Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo, el Partido Socialista Unificado de México, que bajo la férula de Arnoldo Martínez Verdugo agrupaba lo que había dejado la represión del Partido Comunista, y el Partido Mexicano Socialista, entidad que había fundado dos años antes un activista joven que se llama Alfonso Ramírez Cuéllar, hoy con curul de diputado por Morena. Con licencia reciente porque se hizo nombrar cabecilla de Morena en un Congreso Nacional cuya legitimidad está en duda. Precisamente el registro oficial del PMS fue el utilizado por el PRD para documentar su calidad de partido, antes de meterse en luchas intestinas que acabaron destruyéndolo, haciéndolo una comparsa del poder, cualquiera que fuera.
Ramírez Cuéllar y la señora Yeidickol Polevnsky, quien tiene una crisis severa de personalidad porque esos no son ni su nombre ni apellido, aspiran al puesto principal en el partido en el poder. Todo parece indicar que uno de los dos accederá a ese privilegio. Después de todo, los mexicanos sabemos que si no se mueve la hoja de un árbol en México sin la voluntad del presidente López, mucho menos pasa algo en Morena sin lo que diga su dedito.
Lo cual incluye la posible desintegración del partido, al salir de sus filas el mismísimo presidente. Lo cual no sería un cataclismo: López Obrador ha estructurado en un año todos los organismos necesarios para armar un nuevo PRI. Tiene los cuadros directivos en los puestos claves, tiene el aparato de represión a punto de afinar en el próximo período de sesiones con las cuestionadas reformas al sistema de impartición de justicia; pero sobre todo, tiene a la masa. Darle una reparación general a esta áve fénix no parece preocuparle mucho. Por eso mantiene la distancia prudente de las rencillas internas de su movimiento.
Los mexicanos deseamos que se ocupe seriamente de los problemas del país. Que los polluelos de su gallinero no necesitan más que un poco de máiz, como suele decir el presidente López.
PARA LA MAÑANERA.- Con todo respeto, Señor Presidente: ¿Cuál es el colorado más cercano al color de Morena? ¿El de San Francisco o el de Kansas City? Pa´mí, ninguno: Morena nunca ha sido rojo, ni realmente de izquierda.