“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”
Antes de comenzar debo reconocer que en la anterior entrega sobre las huelgas en la frontera norte confundí a dos distinguidos embotelladores de Coca Cola, ARCA y FEMSA, cuando son dos empresas distintas; me queda claro que a ellas mi error les tiene sin cuidado, pero varios apreciadísimos lectores me lo señalaron.
Ahora, solemos, los que escribimos, apoyarnos en lugares comunes como las frases célebres de famosos sabios o literarios, que nosotros suponemos expresan mejor lo que nosotros queremos balbucear. Como, por lo general, los autores de las frases célebres no están ya vivos para contradecirnos, nos vamos por la libre.
El genio de la física Albert Einstein es de los más socorridos en la sección que la revista Reader’s Digest, que era pasto de lectura en mi casa de infancia, llamaba “citas citables”. Hay estudios profundos sobre lo que sí dijo y lo que se le atribuye a Einstein; una especie de antecedente formal a lo del vocero presidencial de Fox: lo que el señor Einstein quiso decir. Entre las más difundidas frases del genio, y que es de las más cuestionadas en autenticidad es la que reza “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Es probable que nunca lo haya ni siquiera pensado, pero de que es válida, lo es. O no.
La administración de la cuarta República repite cotidianamente la frase de que ellos ya no son como los de antes, que la corrupción, el cochupo, la mordida, el moche, el chayote y la indecencia ya no existen. Como por arte de magia se borraron del perfil social del mexicano.
Ante esa contundencia me resulta muy difícil entender la manera en que los gobernadores de los estados de nuestro país que no provienen del partido en el poder son recibidos en actos públicos al lado del presidente López con una rechifla resonante.
Esa reacción al mal gobierno local sería comprensible juzgando caso por caso, estado por estado; resulta sospechosa cuando las características en que se da coinciden con la metodología “de los de antes”. Acarreo de manifestantes, cabezas de grupo estratégicamente colocados con megáfono en mano y la difusión de un manual operativo para que la recepción al gobernador sea de rechazo y la que se dé al presidente López sea con un apoteósico aplauso. Suena como en los viejos tiempos.
PILÓN.-La historia de los tres sobres en la sucesión de mandos la cuentan muchos, y cada quien a su modo; eso me permite echar mi cuarto a espadas y dar mi propia versión de este viejo cuento ruso, difundido durante años de manera oral, y que tengo la impresión de que recolectó en un volumen memorable Alexandr Nikolaievich Afanásiev.
Va más o menos así:
El mandatario que salía dijo al que entraba a su cargo: te entrego aquí tres sobres, numerados. Cuando tengas la primera gran crisis de tu gobierno abre el sobre número uno y sigue las instrucciones. Más temprano que tarde se presentó la primera gran crisis, y el sucesor no hallaba la puerta; abrió el sobre número uno y encontró un papel que decía simplemente: Échame a mí toda la culpa. Verás que todo se endereza. Y si vuelves a tener una crisis grave, abre el sobre número dos.
Inmediatamente las revelaciones sobre cómo todo lo que se había hecho antes era un enorme y corrupto error. Se echó toda la culpa a su antecesor; la crisis fue solucionada, los políticos condenaron al pasado reciente, y todo parecía coser y cantar, como dicen los españoles.
Al cabo de un tiempo, sin embargo, volvió a presentarse una situación grave de mal gobierno. El gobernante se acordó de los sobres mágicos y abrió el que tenía el número dos. El papel dentro decía: échales toda la culpa a tus colaboradores. Corre a la mitad de ellos y verás cómo todo se soluciona. Si se presenta otra crisis, abre el sobre número tres. Abrió el sobre número dos, y sucedió como decía el papel: los culpables se fueron y los aplausos se escucharon. Pero pronto regresaron los problemas graves. El gobernante abrió el sobre número tres. El papelito decía: prepara tres sobres.