Por Eloy Garza González
En sus buenos tiempos al PRI le decían “la presidencia imperial (Enrique Krauze), “la dictadura perfecta” (Vargas Llosa), o el Ogro Filantrópico (Octavio Paz). El espejo fiel de este imperio-dictadura-filantrópica era la prensa mexicana. Los periodistas tradicionales solían ser exégetas del gobernante priista. O sea, interpretes de los gestos, ademanes, saludos, abrazos o miradas furtivas del jerarca tricolor.
Como la democracia brillaba por su ausencia, el periodista tradicional tenía que descubrir (a su leal y saber entender) en cada guiño o mueca del Presidente o del gobernador, a quién ungiría con su dedo elector, o a quién mandaría a la Siberia del ostracismo político; quién estaba cerca o lejos de sus afectos o a quién sacarían de la castaña del olvido para ponerlo de gobernador de Nuevo León (como le pasó a Martinez Domínguez con López Portillo).
Con la llegada de Vicente Fox al poder se acabaron esos “rituales del gesto revelador”, que no eran más que pura flojera para hacer investigación periodística de fondo. El PRI se fue a la banca, y cuando regresó al poder dos sexenios más tarde, todos esos gestos, saludos, parados, guiños y miraditas presidenciales se volvieron puro chacoteo. Con Peña Nieto ya ni la burla perdonaban.
Pero algunos tics de la “presidencia imperial”, se le quedaron pegadas a la prensa actual al mismo tiempo que expiró el periodismo de fondo, del cual El Norte y Reforma fue uno de los pocos modelos señeros. Pongo un ejemplo entre muchos otros. Hace algunos días fue a Nuevo León el dirigente nacional del PRI. Los priistas lugareños no le armaron al fuereño un mitin en la Macroplaza, sino una comilona en Guadalupe, Nuevo León. Se lo trajeron no a arengar, sino a tragar.
En fin, al día siguiente, El Norte, que es el papá del Reforma, sacó de la casa de la abuela, aquellas vetustas fórmulas de analizar rituales priístas, que uno creía ya superadas. Y dedicó buena parte de su columna política a interpretar cada guiño, gesto, ademán, risas y carita seria del dirigente nacional del partidazo: que si sentó a su lado en el presidium a tal o cual, que sí le posó el brazo a fulano y no a sutano, que si se rio con unos y no con otros, que sí camino unos pasos con este o con el otro, que si no invitó a aquellos.
Habrá que recordarle a los columnistas que siguen haciendo ese tipo de arcaicos análisis imperiales, que vuelvan al periodismo de fondo, de fuste y gran brillo, en vez de quedarse en las formas como saluda o abraza Alito, las cuales ya no quieren decir nada y a estas alturas a los lectores ya no nos importan.
Hace muchos años corría la anécdota de cierto compañero de primaria de un presidente de la República. Cuando el preciso lo citó en Los Pinos y le ofreció darle lo que quisiera, el ex condiscípulo le respondió: “no quiero cargos ni puestos públicos, nada más quiero que en un mitin, a la vista de todos, me des un abrazo bien fuerte y me grites, ‘qiúbole, compadre querido’, con eso me doy por bien servido y lo demás corre por mi cuenta”.
Sin embargo, en estas épocas tan inciertas y volubles para todo aspirante a político, sobre todo del PRI. más le valdría al ex condiscípulo haberle pedido dinero constante y sonante a su amigo bien parado, porque el puro saludo nomas le serviría a El Norte para llenar su columna de análisis corporales.