Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
En muy pocos días el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha perdido dos batallas estratégicas en la percepción de su gobernanza con dos temas centrales en la vida pública de México, como lo son el feminicidio y la crisis mediática de salud a partir del arribo del coronavirus.
Ni los políticos ni los intelectuales orgánicos de la 4T dimensionaron el movimiento feminista global y, específicamente, el mexicano que, como sujeto social, es un conjunto de singularidades: hay muchos feminismos, pero todos caben en uno.
La izquierda de la 4T no supo abordar la solicitud de empatía propuesta por las mujeres que creyeron en su proyecto de inclusión. Hay una derrota moral para Andrés Manuel quien se vio como un político de derecha, y no de izquierda. López Obrador perdió representatividad, confianza, y su proyecto de nación es excluyente. “La 4T será feminista o no será” nunca fue un eslogan, fue parte fundamental del viraje de gobiernos neoliberales a un gobierno de izquierda.
Luchador social, asambleísta, al presidente le faltó leer, por ejemplo, Asamblea de Toni Negri y Michael Hardt donde se analizan los movimientos sociales desde la multitud. El feminismo es, por naturaleza, anticapitalista, porque se pretende emancipar de la explotación laboral que comienza en los hogares; es antineoliberal porque, en sus estadios superiores, combate las finanzas capitalistas, la deuda y la ausencia de paridad en los sueldos.
A la 4T le faltó énfasis cuando un presidente prefiere salirse por la tangente del “humanismo” y nunca declararse “feminista”. La articulación horizontal del feminismo es una resistencia, un ensamble multitudinario de lo común, en este caso, el derecho a no morir (aborto, feminicidios): “la autonomía productiva y la independencia política son los supuestos de la organización de la multitud”. Por eso se equivoca Enrique Krauze cuando pide que el movimiento se reduzca a un partido político. La derecha y sus regresiones a la sociedad de control.
El coronavirus, desde la percepción, ha sido mal atendido. Un presidente besucón no es la mejor imagen en contra de la propaganda del miedo y del pánico. Por percepción global, el coronavirus es también mediáticamente virulento. La batalla de la percepción estaba perdida desde antes. Los besos y abrazos sirven ahora para, perversamente, desprestigiar a Andrés Manuel.
La narrativa, si no cambia, trabaja en contra del presidente y la 4T. López Obrador ha dicho que hay que atenerse a lo que digan los médicos, los científicos. ¿Qué dicen? Resguardarse, evitar eventos multitudinarios, cuidar sobre todo a los ancianos… todo lo contrario de lo que ha hecho, hasta ahora, AMLO. Las sociedades empiezan a tomar conciencia de que lo corporal es político. Aún es temprano para evaluar la caída en imagen de este gobierno, pero la percepción no lo favorece.