Pese a la gravedad del problema derivado de la escasez de agua en muchas regiones, los países afectados apenas toman medidas para preservarla y evitar lo que en un futuro próximo se puede convertir en una catástrofe medioambiental, sobre todo en las grandes urbes en las que el recurso es insuficiente o se gestiona mal.
En tiempos de Covid-19, la falta de acceso al líquido adquiere tintes más alarmantes. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), 3 mil millones de personas —40% de la población mundial—, no tienen posibilidad de lavarse las manos con agua y jabón, una medida básica de higiene.
El 47% de las escuelas del planeta carecen de instalaciones para esa práctica, lo que afecta a 900 millones de niños en edad escolar.
La UNICEF también alerta que las personas que están particularmente en riesgo por falta de higiene ante la amenaza de la pandemia son las que viven en barrios marginales urbanos.
Las estadísticas de organismos internacionales dan cuenta de la magnitud de la problemática, que arroja cifras más que preocupantes, a pesar del programa impulsado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la Agenda 2030, que desde 2015 incluye la conservación del recurso como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
«[El ODS 6] aglutina los temas relacionados con agua y saneamiento, incorporando cuestiones que abarcan todo el ciclo del líquido como calidad, uso, escasez, gestión y los ecosistemas relacionados», refiere la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).
Alrededor de mil 100 millones de personas en el mundo carecen de acceso directo a fuentes potables, por lo que sufren estrés hídrico. Cada año, 3 millones y medio mueren por enfermedades relacionadas con la calidad del líquido; 98% de estos decesos se producen en países en vías de desarrollo.
La falta de acceso al agua potable causa la muerte de 4 mil 500 niños por día, en su mayoría pertenecientes a las naciones en desarrollo; mil 400 son menores de cinco años.
Cambio de panorama. «No se trata sólo de una cuestión científica o técnica. Tiene que haber un cambio socioeconómico global para reemplazar el modelo extractivista que tenemos, mediante el cual se explotan los recursos sin reparar en sus consecuencias.
«En Europa, Estados Unidos, Sudamérica y Asia existe un modelo especialmente agrario, que se expande sin tener en cuenta la capacidad de carga del propio ecosistema, lo que conducirá al colapso si no se remedia», señala a EL UNIVERSAL
Roberto González, responsable del Programa de Aguas y Humedales de SEO/BirdLife.
Hay que diferenciar entre la escasez, que tiene un carácter estructural, y las sequías que están determinadas por fenómenos meteorológicos, puntualiza el experto.
El estrés hídrico se produce cuando la demanda del líquido es mayor que la cantidad de la que se dispone, o cuando el uso se ve restringido por su baja calidad.
«En el caso de España, 42% de los ríos y 44% de las masas de aguas subterráneas están en mal estado, por lo que no se cumplirán ni por asomo las directivas que marcan 2027 como la fecha límite para lograr un buen estado ecológico, lo que permitiría disponer del agua en cantidad y calidad para su uso», agrega el especialista luego de destacar que se toman medidas adecuadas, pero hace falta más.
«Las regiones del planeta más afectadas por el estrés hídrico y otros efectos relacionados con sequías e inundaciones son las del norte de África, así como las del oeste, centro y sur de Asia.
«En América, México y Chile soportan también problemas muy importantes de escasez y calidad del líquido», asegura Amelia Pérez Zabaleta, directora de la cátedra Aquae de Economía del Agua, impulsada por Fundación Aquae y la Universidad a Distancia.
La franja del Sahel y Sudáfrica, el sur de Europa, y parte de la costa oeste de la Unión Americana son otros tantos focos rojos.
«Lo más apremiante es determinar las políticas que lleven a la preservación del agua, tanto en cantidad como en calidad, lo que se hace en tres niveles: internacional, bloques regionales y países, que a su vez tienen ámbitos de actuación locales.
«Se adoptan medidas, pero todavía queda mucho trecho por recorrer, porque el tema está también relacionado con el cambio climático», agrega.
Considera que se implementan protocolos más estrictos, no sólo a nivel de directivas, sino también sobre la manera en la que es necesario actuar.
«La FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] juega también un papel fundamental, porque ese sector es uno de los principales consumidores de agua.
«Ya se están tomando medidas en este campo para un mejor control del consumo y la preservación», agrega la directora de la cátedra Aquae.
Sin embargo, los pronósticos no son demasiado alentadores. Para finales de año se prevé que el porcentaje de los habitantes en el globo que radicará en zonas donde existe un riesgo de escasez extremo o alto alcanzará 29%.
El Atlas de Riesgos relacionado con el agua y elaborado por el Instituto de Recursos Mundiales advierte que una cuarta parte de la población mundial, distribuida en 17 países, se enfrenta a una situación muy adversa. Qatar, Israel y Líbano encabezan el ranking de mayor estrés hídrico; México ocupa el lugar 24, de 156 naciones.
A medio plazo, los augurios no mejoran. Según estudios de organismos como la FAO, en 2025, 2 mil millones de personas vivirán en lugares donde la falta del líquido será absoluta. Los expertos advierten que si no se adoptan medidas habrá territorios que enfrenten un escenario dramático.