Por Félix Cortés Camarillo
En la majestuosa soledad de la basílica de San Pedro, el ítalo-argentino Jorge Bergoglio, mejor conocido por sus alias de Francisco Papa, cerró la serie de ceremonias que la iglesia católica dedica a lo que antes llamábamos la Semana Santa y ahora le dicen la Semana Mayor, como si las otras cincuenta y una fuesen de menos días: para recordar el mito de la Resurección de Jesucristo, el Papa Paco emitió un mensaje cargado de doctrina religiosa que, en estos tiempos en que estamos viviendo la peor de las crisis que la Humanidad ha registrado en siglos debiera ser leída por todos los hombres del poder terrenal. Se aboca a los problemas precisamente de este mundo.
Mayor cuidado debiera dedicarle el presidente López, ahora que ha intensificado su versión de evangelista matutino citando al Papa en sus pronunciamientos a favor de los pobres. Y, si sus vocaciones coinciden, pronto debiéramos ver consecuencias de este adoctrinamiento.
A diferencia de la canción de José Alfredo que ve enfrente de sí una encrucijada de posibilidades a cual mejor tomar, el mensaje papal enuncia en detalle las sendas que no debemos emprender. No es tiempo de indiferencia; no es tiempo de egoísmo; no es tiempo de división y no es tiempo de olvido. Estoy citando los cuatro capítulos de este digno mensaje. Son los cuatro caminos que no hay que transitar. A diferencia del matutino sermón del presidente López, el Papa llevó sus principios a la realidad cruda de esta nueva semana.
Al entender papal, debemos interpretar su mensaje, en un perdón o tolerancia de los adeudos para los países pobres en los que a consecuencia de la pandemia que nos agobia estamos perdiendo nuestros empleos, nuestros ingresos, nuestros apoyos y nuestra salud. El Papa insta a los fabricantes y mercaderes de armas a cesar su ruin negocio y a dedicar las ganancias en él obtenidas al apoyo de los pueblos sufridos a consecuencia de sus cartuchos. Las explícitas referencias a la guerra en Siria y a las criminales tensiones en Yemen, Irak, Líbano y África son inequívocas. Piedad pidió para los refugiados en los linderos de Grecia y Turquía, diálogo entre los israelíes y los palestinos y para Venezuela, soluciones práctica e inmediatas.
Se trató de una homilía de la esperanza, como se refirió Paco el Papa a la resurrección de Jesús.
Ahora depende de los cristianos hacerla realidad.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque ahora menos puedo entrar, especialmente sin tapabocas y de la mano de Susana Distancia.-Con todo respeto, Señor Presidente, ¿cuándo va a dejar que le digan de la importancia de las pequeñas y medianas empresas que están desapareciendo diariamente en su país? Los grandotes, los empresarios millonarios, aquí seguirán. Los políticos, los del mando, se van a ir. Nosotros, los jodidos, aquí nos vamos a quedar. Y usted ¿a dónde se va a ir?