Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
En sus aforismos José Francisco Ruiz Massieu apuntó: “El presidente que registra una injuria se autodenigra”. Uno de los problemas del presidente Andrés Manuel López Obrador es molestarse en contra de lo que se publica en periódicos internacionales y por columnistas, en la prensa fifí y la prensa conservadora. Andrés Manuel cree en el diálogo circular, el problema es que no hay diálogo. Ni los periódicos conservadores ni
los columnistas quieren dialogar. Su táctica es denigrar para imponer su estrategia: que el presidente pierda credibilidad y el coronavirus es el mejor caldo de cultivo.
Cuando los columnistas pretenden “diálogo circular”, pierden, ahí está el patético caso de Denise Dresser en una mañanera. Ya no lo intentarán más. La comunicación social de la Presidencia de la República debe de entender que no puede haber diálogo con
farsantes, con la mafia del joder. Ni Carlos Loret de Mola ni Brozo ni Enrique Krauze ni Pablo Hiriart ni Raymundo Riva Palacio ni Pascal Beltrán del Río ni Francisco Garfias ni Jesús Silva-Herzog Márquez ni los otros depredadores de la crisis desean diálogo. No se puede dialogar con los farsantes del periodismo. Por eso rehuyen las mañaneras, porque lo suyo no es la conversación ni la deliberación. ¿Quieren ejercer a plenitud su libertad de “expresión”?, pues que acudan a las conferencias matutinas.
Ya no existe el cuarto poder, existió el matrimonio bien avenido entre el poder político (ancien régime) y el poder económico que tuvo su extensión en los medios de comunicación. Como mencionó en su momento el escritor Gabriel Zaid: la corrupción no es parte del sistema, es el sistema mismo. El poder económico, el poder político
y los medios de comunicación (uno y los mismos) lucraron con el erario, acrecentaron la desigualdad y cancelaron posibilidades de democracia (el fraude de 2006 haiga sido como haiga sido).
La asonada blanda pasa por una estrategia de debilitamiento de López Obrador. La santa cruzada la encabeza la derecha y sus empresarios (tampoco son todos los empresarios) porque de lo que se trata es regresar al antiguo orden de corrupción e impunidad. Cuando Andrés Manuel registra un agravio y se pone a mencionar
nombres de columnistas que millones de mexicanos desconocen, cae en el garlito, le da difusión a lo que desde su comunicación política no debería de ser importante. Le da agenda a los que no han conquistado ni agenda ni lectores.
Otro problema es que en el siglo XXI no se puede diagnosticar con realidades del siglo XIX. La prensa no se regula a sí misma, como afirma Andrés Manuel, porque la prensa no tiene contrapesos en sí misma, salvo excepciones, ya que la 4T ha impuesto intenciones, no ideología. Umberto Eco escribió que “es garantía de salud para un país democrático que la prensa pueda cuestionarse a sí misma”. La
mafia del joder no se cuestiona a sí misma porque lo suyo no es la crítica ni la autocrítica, es denigrar y agraviar para restarle credibilidad al presidente López Obrador. Así es que, Andrés Manuel, ¿para qué darle vuelo a los carroñeros?