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Farsantes mercenarios que dicen proteger a los niños

¿Y tengo que formarme en la cola? Pues sí, para que lo reciba un escribiente. Circule. Detrás de la unifila. Tranqui, porque serán mínimo tres horas de espera, si bien le va. Fíjese, hay harta gente antes que usted. La sala está atestada. ¡Pero si es la una de la mañana! Y al rato tengo que preparar la canasta de tacos. De eso vivo. La señito trae una chamaca adormilada, tapada con un rebozo. El ministerio público es una romería de dolientes. Pelados aburridos, un joven comiendo una torta, otro empinándose un refresco, dos mujeres con delantales y en chanclas; el oficial de bigote tupido detrás del mostrador, la pistolona amenazante, colgando del cinto. Bosteza y se le asoma una corona dorada en un diente. Fulano de tal, pásele rapidito. ¿Sutano? ¿No está Sutano? El que sigue, quién le manda, pos pa’qué se va.

La señito con la chamaca en brazos se me acerca. ¿Usted es de aquí? Nombre. Vengo a lo mismo, a levantar una denuncia. ¿Y cómo liago, lic? ¿Ónde pregunto, lic? Allá con él oficial, señito, el bigotudo detrás del mostrador, el que trae el fólder amarillo. ¿Ese? Sí, ese mero. Es que déjeme platicarle. La chamaca es mija. Creo que mi viejo la manoseó, le metió mano. ¿Cree, señito? Sí, porque segura pos nostói. Me dieron este papel. A ver: Red por los Derechos de la Infancia en México. REDIM. ¿Cómo ve? ¿Jalan? ¿Me ayudarán contra mi viejo? ¿Lo meterán al bote?

Ni cómo decirle que no se haga ilusiones, que esa Red está agujerada, no sirve ni para freír tortillas. Son oenegés que nomas están de oquis, que se usan para bajar recursos federales y ganarse unos centavos a costillas de otros. Pero no ayudan en nada a los ciudadanos apurados. Cada quien se rasca con sus propias uñas. Yo mismo, por lo de mi sobrino, busqué contactos con esa Red por los Derechos de la Infancia. Me salieron con que el titular, Juan Martín analizaría mi caso. Que lo buscara en su oficina, en hora hábiles, a ver si se dignaba a darme una cita. O sea, hay que ir a mendigarle atención a esos canallas. Rogarles que nos pelen.

Ni madres. No haré nunca una cita con ese tal Juan Martín, con antesala de horas en su oficina, con mi sobrino en silla de ruedas, para que ese tipo que se dice activista “analice” mi caso y me mande con un segundón, si bien me va. ¿Pues quién se creen? Así es la realidad de los menores en México. Oenegés farsantes que sólo quieren salir en los medios, farolear, lucirse en la televisión, a costa de los chamacos. A ver, señito, ¿esta es la presunta víctima? ¿La que trae envueltita en su rebozo, como tamalito? Si, mi lic, esta es. Pues vamos directo con el fiscal. Yo traigo mi propio pendiente pero hoy veremos lo suyo. Le daremos prioridad. Esta niñita dormida, violentada por su padrastro, tiene que recibir justicia luego luego. Que le armen la carpeta de investigación, de volada. Ay, mi lic, no se moleste, en serio, yo hago la fila y listo! No, no. Acompáñeme, yo la paso. Vamos con la secretaria del fiscal. Disculpe, vengo de parte de la Procuraduría de la Ciudad de México. ¿Está el fiscal, señorita? Sí, en un momentito lo anuncio. Perfecto. ¿Ya ve señito? La cosa es ayudarnos entre todos. Y velar por el bien de los chamacos. Gracias mi lic, ¿Señor Eloy Garza? Sí, señorita. Pase usted, ya lo anda esperando el señor fiscal. Y la señito con la chamaca en brazos se apoya en mi hombro y sonríe, quizá por primera vez, en mucho días.

Fuente:

Vía / Autor:

Eloy Garza González

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Autor: lostubos
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