Por Eloy Garza González
El fin de semana me pasó algo terrible en San Pedro, Nuevo León. Fui al súper a surtir despensa. Regresé en el carro a mi casa y al llegar me encontré con la puerta principal abierta de par en par. Igual la puerta del pasillo exterior. Se me fue el alma al suelo.
Me bajé corriendo del carro. Yo tuve la culpa de no activar por flojo las alarmas. Ni las cámaras que instalé. No había nadie en la calle más que un jardinero podando una palma con un machete.
Llamé por celular a mi hermano: “Marca a seguridad pública, están asaltando mi casa”. Mi hermano más prudente que yo, me advirtió: “no entres solo, espera a la policía”.
Por supuesto, en lo primero que pensé fue en mi perro: un xoloitzcuintle pelón, cojo, medio bizco y sin dientes que todos conocen como Mito. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Ya no contesté las llamadas de mi hermano. Le quité el machete al jardinero y entré a mi casa.
Grité como loco y vi una sombra saltando la barda. No me importó. Yo buscaba a Mito. Me daba igual que me robaran lo que fuera. Pero con mi perro no se mete nadie.
Apreté el machete y entré a la cocina. A un lado de la mesa, ladrando furioso, estaba Mito. Lo encerré en el baño para dejarlo seguro. No quería que saliera lastimado.
En un par de minutos rodearon varias patrullas mi casa. Pedí a los oficiales que me acompañaran. Revisamos cada cuarto. Todo estaba en su lugar. Saqué a Mito del baño.
Las cosas como son: los agentes de seguridad de San Pedro se portaron a la altura, servidores públicos cumpliendo con su deber. Se los agradezco de corazón. Igual al alcalde Miguel Treviño.
Despedí a los oficiales, le devolví el machete al jardinero, y ya con mi hermano en la casa, platicamos los pormenores del incidente. Recordé una estrofa de aquél poema de César Vallejo: “yo soy un pobre barro pensativo”. Un pobre barro con machete. A eso me reduje por un buen rato.
Mito seguía nervioso, recorriendo todos los rincones. Lo abracé para serenarlo. Sentí su sudor. Lo olí y pensé: “ya te urge baño”. A la mañana siguiente metí a la regadera a este valiente. No le gustó nada.