Por Jorge Narváez
Pronto se reinicia el fútbol mexicano. Los jugadores ya comenzaron a mover las piernas en campo abierto, bajo un protocolo de salud que tienen que ejecutar para disminuir el riesgo de contagiarse de Covid-19.
Las directivas ya comenzaron a mover sus piezas en el mercado de fichajes nacionales. Aunque han sido pocos movimientos, a comparación de los torneos anteriores. Sobre todo, porque estamos hablado de un nuevo año futbolístico, donde por lo regular había un draft, celebrado en playas mexicanas, para confirmar las incorporaciones y bajas de jugadores en cada uno de los clubes. Era toda una fiesta. Tristemente la celebración se echó a perder por la pandemia.
Cuando inicie el fútbol mexicano estará como novedad la ausencia de aficionados en las gradas. No habrá aplausos, gritos, cánticos. Por un lado, debería haber mayor concentración, pero el jugador no está acostumbrado a jugar sin público que lo apoye. Situación que en algún porcentaje podría generar cierto desapruebo conforme se desarrolle el torneo. Y la situación podría agravarse al grado de hacer desaparecer las barras, también conocidas como grupos de animación.
Este sector ha sido recibido bastantes críticas por los desafortunados eventos en los que participan y que se alejan totalmente de la esencia de un aficionado y por tal motivo han sido etiquetados como violentos. Se han envuelto en riñas al interior y exterior de los estadios. Bueno, incluso a varios cientos de kilómetros de las sedes; recordemos el caso que sucedió en la avenida Aztlán.
Directivos podrían aprovechar que no habrá afición para analizar y debatir la posibilidad de “bajarle dos rayitas” a estos grupos, incluso pueden tomar la decisión de prohibirlas totalmente. Esto es un proyecto nada nuevo; desde años se ha intentado sesionar para abordar el tema, pero nunca se llega a un acuerdo.
Si bien el espectáculo se debe de dar dentro de la cancha, también es válido algunos vayan al estadio por el ambiente, pero estarían en un lugar que no le corresponde.
Las barras están creadas para alentar al equipo, sin importar que no vean el juego o que el plantel vaya abajo en el marcador. Esa es su función, demostrar a la directiva, jugadores y equipos rivales, que existe un fanatismo por el club y harán eventos especiales para evidenciarlo.
Creación de túneles al arribo del equipo al estadio, banderas, bienvenidas con megamantas, entre otras actividades, son las que hemos visto en el entorno del fútbol. Ojalá esa creatividad la usarán mejorar el carácter y ponerlo en práctica a través del comportamiento.
Sin duda que estas acciones han sido aceptadas por las directivas como parte del glamur de los equipos y que hasta cierto punto se le demuestra al mundo que existe un Necaxa, Atlético de Madrid, Juárez, Dorados y ahora un Mazatlán FC.
La pelotita está del lado de las directivas, habrá una que otra que rechace el proyecto por no compartir la misma postura. Esperemos que la Federación emita su posición a favor de la afición y por el bien común, porque el riesgo de riña o conatos está en cualquier estadio del mundo. Las riñas entre barras de fútbol no son clasistas, ni engrandecen a los equipos, son salvajismo puro.
Fotografía: Wikipedia