Por Félix Cortés Camarillo
Yo no tengo estadísticas confiables sobre el número de servidores diversos del aparato de salud mexicano que ha sucumbido con su vida o con su bienestar a la pandemia del Covid 19 este año. No las tengo, simplemente porque no las hay.
En este país las estadísticas -con excepción de las que maneja hasta este momento el INEGI- son un simulacro de ornamento para justificar las afirmaciones del poder. La mejor muestra ha sido la performance de la estrella epidemiológica del régimen, el doctor López-Gatell, desde ya aspirante a la silla presidencial. Hace 48 horas la cifra de fallecidos por la pandemia superó el tope que el señorito había marcado como catastrófico: 60 mil muertos. Dime qué estadísticas quieres y yo te las hago. Para el doctor son simplemente fríos números.
Lo que es innegable es que miles de hombres y mujeres que eligieron en su momento ser médicos, enfermeras, asistentes, camilleros o simplemente trabajar donde hubiera chamba, aunque fuera barriendo corredores de hospitales, forman hoy parte de la turba que sufre las consecuencias de la pandemia; lo peor es que no son consecuencias de la virulencia del mal. Miles han muerto porque en el ejercicio de sus funciones heroicas han carecido de lo esencial. Desde mascarillas hasta respiradores; desde guantes y cofias hasta batas y zapatillas. Miles no han podio dormir en sus casas, primero por no poner a sus hijos y parejas en riesgo, y luego porque tienen que estar prestos a reintegrarse al servicio, 18 horas al día.
Tal vez lo más doloroso de todo esto es el cinismo del gobierno ante esta situación. Hace un mes el presidente López ordenó que todos los días a las 12 la trompeta militar dé toque de silencio, todo mundo se calle un minuto y luego aplauda en homenaje a los muertos del sector salud otro minuto.
¡Ah! Se me estaba olvidando. Con la complicidad de las compañías de seguros, el presidente anunció que los deudos de los héroes de la salud pueden cobrar -sólo este año, aguas- un seguro de muerte de 25 mil pesos. Se ha presentado casos en que ante la ausencia de apoyos oficiales, médicos y enfermeras se ampararon para no trabajar en esas condiciones de desamparo. La nobleza de los servidores ha sido mayor: ellos no se ampararon.
Pero la injusticia y el maltrato ahí persiste.
Ha surgido en Monterrey una iniciativa de ley para modificar la legislación actual injusta y brinde protección a estos ángeles de la vida, que está en proceso de enviar a la Cámara de Diputados, a la par de otro escrito a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, para darle a este sector de la población digna el mayor respeto, protección, gratitud y buen trato.
Personalmente, tengo mis dudas sobre el éxito de estas iniciativas, conociendo el paño del que está hecho el Congreso, pero sobre todo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Pero como me enseñaron en mi carrera, sólo fracasa el que no hace nada.
PREGUNTA para la mañanera porque no puedo entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿no va Usted a decir ni Pío?
felixcortescama@gmail.com