Por Carlos Chavarría
Los países que han logrado mejores resultados en el control y tratamiento de la pandemia por COVID-19 lo han hecho al concentrar sus esfuerzos en la detección temprana de asintomáticos usando estrategias intensivas de “testeo” para identificar y rastrear de forma rápida de red de contactos de cada positivo detectado, en lugar de apostarle todo a la “inmunidad de rebaño” , que si bien ha resultado exitosa en otro tipo de pandemias, ahora solo nos lleva por el camino de una mortandad injustificada.
Para el caso del COVID-19 los umbrales de población infectada requeridos para alcanzar la inmunidad de rebaño han superado ya todas las tendencias y no existe forma para determinar qué porcentaje de la población deberá contagiarse para que la pandemia se debilite en su propagación.
Los países que han privilegiado la estrategia de inmunidad de rebaño lo hacen nada más para eludir los altos costos directos para introducir el método de detección temprana por medio del testeo intenso y rastreo de redes.
Está claro que los costos consecuenciales económicos de ambas estrategias son altos y todos los países están recibiendo sus impactos y tratando de atenuarlos a su manera, pero la diferencia está en el número de fallecimientos y ahí es donde los muertos solo son estadística para la economía.
A estas alturas del escaso conocimiento sobre el COVID-19 ya se sabe, y la OMS así lo ha declarado, que los asintomáticos son el principal motor de la propagación y es ahí, en este tema, donde deben dedicarse la mayor cantidad de recursos y esfuerzo.
México y sus autoridades, como muchos otras naciones, más preocupados por la economía de sus administraciones y de sus países que por la vida de las personas, ha concentrado su esfuerzo en los aspectos consecuenciales pero no en los preventivos tempranos, y en un inaudito cinismo de sus autoridades de salud se dedican a acumular estadísticas sesgadas y a mentirle a la población con tal de que sus presupùestos de gastos no se eleven.
Peor aún para el mundo, pero en especial para México, la información que pudiera ser útil para hacer inteligencia de datos sobre este tema es reservada y solo se comparten cifras que a todas luces son incompletas y atípicas, que ni siquiera sirven para comparaciones evaluativas transversales o cruzadas.
Los únicos países que sí son abiertos con los expedientes individuales anónimos de los casos, son aquellos que optaron por la detección temprana, el resto solo comparten estadísticas y agregados que no sirven para evaluar las estrategias aplicadas, porque no son ciencia real y por tanto poco confiables.
Solo Lancet, organización dedicada a la divulgación de investigaciones sobre temas de salud, ya cuenta con casi 140,000 reportes sobre el tema de COVID-19, pero en su gran mayoría reservan sus datos lo que los convierte en no replicables, verificables o criticables, por lo cuál no pueden considerarse ciencia real.
Es por ello que todos los modelos matemáticos y de simulación que se han diseñado no han logrado “calibrar” sus parámetros contra la realidad porque esa realidad nadie la conoce en tanto no se apliquen detecciones de asintomáticos, y muy por el contrario, al ocultar los datos base, los expedientes clínicos lo que se esta induciendo es la extinción de grupos enteros de personas vinculados por su actividad profesional o vernácula están expuestas al contagio.
Por razones incomprensibles desde las burocracias de la salud se aseveran cosas que son francas mentiras. En el caso de México aseguran que las pruebas masivas son un desperdicio debido a que no hay evidencia “científica” o recomendación de la OMS en tal sentido, lo que es mentira. (Updated 24 June 2020,Critical preparedness, readiness and response actions for COVID-19, WHO).
De ninguna manera se está ayudando a la economía con la manera en que se están manejando las cosas, es posible que se atenúen los impactos políticos pero al final los costos serán mayores.
Ya no deben la decisiones de vida o muerte que se están tomando, depender de supuestos profesionales de la salud que están escondidos bajo un halo de aparente y falso cientifisismo, o en la pulcritud y poder de la “bata blanca”, debemos participar todos.
¡Es la vida de todos lo que está en juego. Abran los datos reales!