Por Carlos Chavarría
Ahora se reubicaron los fondos de muy diversos fideicomisos para poder estirar el efectivo disponible y no fallar en los programas de clientela electoral de MORENA, volvió la presidencia a la carga contra el gasto en la ciencia y el conocimiento en lo general aduciendo que ahí también es un nido de corrupción y además inútil desde el lado que se le mire.
En primer lugar debe apuntarse que a los diputados les encanta crear nuevos derechos para diversos intereses minoritarios y se les olvida que cada derecho implica siempre un gasto adicional para el derecho en sí y para la burocracia que habrá de asegurarse de que se disfrute por los que deben.
Para administrar los dineros de esos derechos se crearon entonces sendos fideicomisos, además de otros mecanismos burocráticos, para cumplir con los gastos implicados.
Basta con echarle un rápido vistazo a la lista de los mentados fideicomisos para darse cuenta de muchas de las barbaridades que se cometieron y que muy bien podían atenderse desde la administración central del gobierno federal y los estatales.
Ahora que la circunstancia económica obliga al gobierno federal a reasignar sus recursos en función de sus prioridades electorales la mayoría de esos derechos concedidos en el pasado ya no importan y todo el dinero se irá para sostener el absurdo del gasto social (anti pobreza extrema) de esta administración que por diseño es insostenible hasta para las mejores épocas de la economía.
Entre los muchos temas “afectados” están los variados fideicomisos con recursos destinados a la ciencia y la tecnología. Para no meternos en problemas epistemológicos sobre lo que es o no es ciencia y quién es científico y quienes no lo son, digamos que todo el dinero destinado a la preparación de gente con niveles de postgrado y sus proyectos, se va a reubicar porque en la mente de López Obrador no tiene sentido alguno.
El asunto es que el presidente tiene y no tiene razón. Las presiones electorales lo llevaron a cortar de tajo la mayor parte del gasto destinado a ciencia y se le olvidó que la educación científica no se puede eliminar. Preparar a nuestros jóvenes talentos en ciencia es insoslayable. Aquí de plano se equivocó.
Donde no se equivocó, es que en la mayoría de los países de los llamados del primer mundo la ciencia está dentro del círculo virtuoso de los incentivos económicos y son las empresas, las beneficiarias de la ciencia y la tecnología las que tienen mayor interés en el desarrollo del conocimiento y financian por muy diversos mecanismos a los tanques de conocimiento que son las universidades y los institutos dedicados a la investigación científica y tecnológica.
En México, por el contrario, tanto el gobierno como la clase empresarial son dirigidos por enanos intelectuales, muy hábiles ambos para explotar mercados cautivos, pero poco interesados y preparados para diseñar una política para el desarrollo científico y tecnológico. Por supuesto que debe haber excepciones en empresas que han desarrollado mejoras tecnológicas para poder competir pero sin representar la pauta en sus cadenas económicas.
Los empresarios cuando les interesa nueva tecnología se van a ferias y exposiciones y sin importar la dependencia prefieren comprar la tecnología fuera a financiar su desarrollo en forma doméstica sin importarles nada más.
Aún en el caso de ingenierías para obras o procesos de gran calado se recurre al conocimiento de otros países pudiendo aplicarse el talento local.
De acuerdo con el sitio “orbit.com”, en 2019 México registró 87 patentes con un gasto de 0.9% del PIB, mientras en el mismo periodo EEUU (187,766;2.2%), Japón (57,465, 2.3%), y China (22,294, 2.9%), por mencionar solo algunos de los más importantes.
El asunto es que sin una política de Estado coherente sobre ciencia y desarrollo para el largo plazo, tiene bien poco sentido el gasto público en esos temas, pero el problema y el debate es permanente ausencia de políticas públicas eficaces y no los fideicomisos.