Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Hay una falsa esperanza en los medinistas de que en Nuevo León se puede replicar lo hecho en Coahuila por el PRI. Creo que fue Nietzsche quien escribió que la esperanza es lo peor de los males porque prolonga la agonía. Nuevo León no es Coahuila y a Morena le fue mal, pero no tan mal como al PAN.
En primer lugar, Coahuila tiene un gobernador priista y tiene una tradición de gobernadores priistas. Aquí el priista Rodrigo Medina de la Cruz perdió, y no contra el PAN o la inexistente Morena, perdió contra el primer candidato independiente del país, Jaime Rodríguez Calderón. Teniendo estructura electoral y gobierno, Medina de la Cruz no pudo sacar la elección de Ivonne Álvarez, perdió estrepitosamente en 2015.
En segundo lugar, en el 2018 el PRI apenas pudo sacar con esfuerzos las alcaldías de Monterrey y Guadalupe, y le fue mal en las diputaciones, tan es así que ha tenido que comprar diputados y diputadas de otros partidos, para con ese cascajo pretender sobrevivir políticamente. Nada prefigura que el 2021 sea diferente.
La política ficción ni siquiera es una política engañabobos. Colgarse como marca el triunfo priista en Coahuila ni le va bien a Alejandro Moreno ni a Rodrigo Medina ni a Adrián de la Garza ni a Francisco Cienfuegos. El triunfo de Coahuila le pertenece a Riquelme y a los Moreira. Ojo, Adrián, él se apellida Medina, no Riquelme ni Moreira.
Así, ni colgarse una medalla que ni siquiera como marca les pertenece, tampoco optar por encuestas de autoengaño. Es un despropósito nacional decir que el PRI está de regreso: en Coahuila nunca se fue. En cambio, en Nuevo León, por la fragmentación, las fracciones, la salida de Clara Luz Flores e Ildefonso Guajardo, el PRI medinista no la tiene solamente difícil, su regreso raya en la imposibilidad.
Hay entusiasmos inútiles, los medinistas deberían de saberlo. Es cierto, los autoengaños prefiguran fracasos.