Desde hace miles de años el cambio de estaciones está entre los acontecimientos siderales más importantes. Prácticamente todas las culturas han celebrado estas fechas e incluso han servido para impulsar la Astronomía y regular los ciclos agrícolas.
En México precolombino no fue la excepción. La civilización Maya fue tal vez una de las más avanzadas en la observación de estos eventos, llevándolos al ámbito de lo sagrado. Sus grandes edificios incluso están diseñados para hacer coincidir el mapa y dinámica celestes con las actividades humanas.
Uno de los edificios arqueológicos más buscados durante el inicio de la primavera es la pirámide del dios Kukulkán, “la serpiente de plumas”, ubicada en la zona arqueológica de Chichén Itzá. Cada año, justo durante el equinoccio de primavera. Al margen del significado místico, es notable que la escalinata de la pirámide esté diseñada de tal manera que, durante unos cuatro días alrededor de la fecha exacta del equinoccio, la luz del Sol sobre el edificio hace un juego de sombras que dan la impresión de que una serpiente desciende por la alfarda norte de la escalinata.
Esto esperaban ver los cerca de 14 mil visitantes este año, sin embargo, se llevaron una sorpresa adicional. Un repentino remolino de tierra se elevó desde la base de la pirámide formando lo que parecía una serpiente en ascenso.
Un fenómeno natural que no dejó de sorprender y despertar inquietud entre quienes vieron en esto una manifestación del viejo dios maya: Kukulkán “enojado”.