Por Félix Cortés Camarillo
Diez millones de mexicanos no pueden estar equivocados.
Así diría actualizado hoy, un popular anuncio de la radio mexicana de los años cincuenta.
El asunto es que no seríamos diez millones los que tenemos la razón. La cifra oficial de los perjudicados por el apagón del otro día es de diez millones trescientos mil usuarios de la Comisión Federal de Electricidad. Un usuario es, simplemente, un cliente de energía, que tiene una toma de corriente y un medidor que registra su consumo. Puede ser una fábrica enorme, un taller mediano, un estanquillo diminuto o una simple familia, como la mía.
De esta forma, los diez millones de usuarios se convierten en un chingo de personas, que es un número irregular mexicano, considerando que solamente las familias como la mía promedian cuatro mexicanos por usuario. Aunque no debiera serlo, esto es irrelevante.
La suspensión del servicio de energía eléctrica es mucho más importante que el número de damnificados: el proveedor de esa cosa que no entiendo por qué se le llama fluido si no es ni líquido ni gaseoso, es en México el gobierno del país. En otras latitudes la cosa no es así. Países como Alemania, Francia, Japón, Corea, los Estados Unidos, España y otros más, le compran a empresas privadas la electricidad que sus ciudadanos usan.
El delirio del presidente López en contra de todas las reformas que no nacieron bajo su cobijo, anuló los avances en el campo de suministro de energía por otros que no fuera la CFE, especialmente las energías renovables. La primera muestra de la torpeza de esa decisión se dio ahora con el apagón.
Que se funda un foco en la cocina no es una tragedia si sabemos dónde hay repuesto y sabemos cómo cambiarlo. Que se vaya la luz, que así le decimos al llamado fluido, sí lo es. Peor es aún que el proveedor de ese servicio nos diga mentiras sobre la causa del foco fundido.
El presidente López nos explicó en su perorata matutina el otro día que la extensión de las deficiencias en la entrega de la luz se debió a su virtud.
Dijo el presidente López que el daño se extendió territorialmente porque hay una red nacional que hilvana todos los sistemas de administración de energía; ergo, si falla un fusible en Mérida, se va la luz en Mexicali. Si eso es cierto, es estúpido.
Pero faltaba la cereza del pastel. La Comisión Federal de Electricidad -sí, la que nos cobra el recibo verde- salió con su boletín diciendo que si se me fue la tele el otro día es porque se quemó un pastizal en Tamaulipas.
El asunto es que las autoridades de Tamaulipas van a demandar a la CFE por andar echando mentiras. Porque el oficio de Protección Civil del estado tamaulipeco que la CFE presentó para documentar su optimismo es falso. Que el sello de la dependencia no corresponde a realidad. Que menos corresponde la supuesta firma de Emmanuel González, responsable de Protección Civil, ni los sellos, ni nada.
Que todo es un fraude, vamos. Aquí no ha pasado nada.
Pero diez millones de mexicanos no pueden estar equivocados.
Un mexicano, uno solo, sí lo está. Solamente si tiene el omnímodo poder que ejerce el presidente López.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿Feliz Año Nuevo? No mame.
felixcortescama@gmail.com