Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Aprender es descubrir lo que ya sabes. Actuar es demostrar que lo sabes. Enseñar es recordarles a los demás que saben tanto como tú. Sois todos aprendices, ejecutores, maestros.” // Richard Bach
Y terminamos el 2020, el año lleno de miedos, de noticias fatales, de encierro, de temor.
Pero ni con todo lo ocurrido aprendemos, ni las experiencias cercanas o lejanas nos hacen entender, ni las noticias y advertencias, ni el ver a diario el número siempre en incremento de infecciones y decesos nos detiene.
¡Vaya, ni el enterarnos de que los hospitales están a punto del colapso nos frena!
Y así comerciantes y clientes, ciudadanos y paleros, se encabritan y escandalizan, hacen un show inmenso, intenso y montan su tinglado para quejarse de que les cierran los centros comerciales y las tiendas de conveniencia UN DÍA.
Los restauranteros, a esos que les permiten vender para llevar o a domicilio, ni siquiera así les gusta y aseguran que la medida llevará a la quiebra al 50 por ciento de sus negocios. ¿Es en serio?
Y como de costumbre los políticos y partidos se rasgan las vestiduras y que se quejan y pontifican y dictan cátedra de cómo deberían hacerse las cosas, pero lo hacen sólo porque están en la oposición y en campaña, porque cuando han estado en el poder no han actuado así ni les ha tocado enfrentar una situación similar.
Hace unos días me tocó saber del caso de una persona de esas que gritoneaban y exigían que se terminaran los cierres de negocios y que lamentablemente tuvo que pasar por la experiencia de ingresar a un familiar a un hospital para atenderlo de manera urgente por el virus.
Y así, con la realidad estrellada en pleno rostro, se seguía quejando de la autoridad y los directivos del hospital que no le daban información sobre su paciente, que lo tenían afuera del nosocomio sin darle novedades, como si fueran el único caso en esas condiciones.
Y ante el anuncio del cierre por un día y la advertencia de que los supermercados podrían vender comida, de todas formas saturaron todo, fueron a hacer compras de pánico, adquirieron lo que no necesitan y se fueron a amontonar como si anduviesen buscando desesperadamente la manera de contagiarse para ahora sí darle en la madre a todo y a todos.
No aprendemos, no entendemos, hacemos todo al revés y encima nos quejamos; no escuchamos los llamados de una autoridad preocupada por mantener el necesario equilibrio entre la salud, la capacidad instalada para atendernos y una mermada economía que requiere del flujo para seguir subsistiendo.
Queremos todo y cuando todo tenemos nos seguimos quejando porque esa es nuestra cotidianidad, nuestro quehacer permanente, nuestro deporte favorito.
De verdad que no aprendemos.