Si quería crearse una cortina de humo, un distractor de la atención pública nacional, lo consiguió, aunque a un costo muy alto en relación a la confianza del exterior hacia México, confianza tan necesaria y que tanto les pesa los rupturistas izquierdosos que ahora abundan.
La historia universal escrita está y estará por siempre plagada de atrocidades, abusos, y mitos, porque así es el hombre y el poder, no obstante, los verdaderos lideres siempre han buscado la manera de restablecer el equilibrio en el medio ambiente social cooperativo que es la clave de la evolución de los ecosistemas sociales.
Más nos vale que la tan cacareada 4/T deje de ser un slogan electorero y empiece a definir sus rumbos y acotamientos dentro de nuestras posibilidades reales para beneficiar al país.
Aquí en México el presidente puede lanzar los exabruptos que quiera y al final los costos los pagara él mismo y la sociedad, pero si se trata de hacer recapitulaciones de cualquier tipo para fundar un nuevo marco en las relaciones internacionales existen reglas y modos para no ir solo y aislado en el intento.
Luis Echeverría uso las dos formas de confrontación y cuando su lanzo contra el estado de Israel pontificando que “el sionismo era una forma de racismo” no tardó mucho el mundo en empezarle a cobrar, tanto que el canciller Emilio O. Rabasa tuvo que ir a pedir excusas para calmar los ánimos.
Le dio mejores resultados a Echeverría presentar ante la ONU aquella noble iniciativa que se llamó la Carta de Deberes y Derechos de los Estados que incluso bien recibida hasta por los países del bloque de los 8.
En estos nuevos tiempos es del todo indispensable que el gabinete del Presidente López obrador se agigante y piensen más en términos de política de estado y dejen esa muy evidente sumisión ante una persona que a todas luces no tiene los atributos para improvisar en todos los temas, so pena de que después el propio personaje en cuestión les reclame el abandono en el que lo tienen y los problemas en los que lo dejaron meterse.
Al hombre hay que enseñarle a moderar sus ansias de pasar a la historia, que decanta en los más vernáculos discursos amparados en exageradas sobre simplificaciones y premisas débiles que siempre lo conducen por el camino de conclusiones quebradizas y en muchos casos erróneas y hasta falsas.
El país no está que digamos muy sólido como para que el Presidente continúe en su campaña adversarial cotidiana habida cuenta de que los problemas que nos aquejan, si bien heredados, no dejan de aumentar su complejidad y gravedad cerrando más los espacios y tiempos para atajarlos con soluciones efectivas y no sólo discursivas.
Aunque le asista el derecho, el Presidente debe dejar de estarse viendo en su espejo vestido con las levitas de Juárez y Madero y lanzado arrogantes imprecaciones y advertencias a diestra y siniestra pretendiendo auto convencerse de que con ello ya cumplió a pesar de la terca realidad que siempre desmiente a todo narcisista gobernante.