Por Eloy Garza González
Ayer tuve una discusión muy agria con mi amiga Diana Sada. Ella dice que Maquiavelo (el florentino, no la copia pirata de la columna de El Norte), es un autor que pormenoriza teóricamente la maldad de los gobernantes. Y yo le digo que está muy equivocada. El Príncipe es un libro que describe, de manera realista, cómo son los gobernantes de carne y hueso, no los ideales. O cómo son quienes aspiran a presidir una comunidad, sea chica o sea grande: los candidatos a gobernador, por ejemplo.
Se tiene la mala impresión de que un político no sabe más que grillar y eso no puede generalizarse. Para llegar a un cargo público de alto nivel se requieren ciertas prendas que no las tiene cualquiera, o al menos, no las tengo yo. Decía Daniel Cosío Villegas que él ejerció su profesión de intelectual porque la naturaleza no lo colmó de los dones necesarios para gobernar. Pero su sueño guajiro, su mayor ilusión, fue llegar a ser Presidente de México.
Sin embargo, que un político tenga capacidad para escalar en la burocracia, no significa que sea bueno para todo (algunos son unos buenos para nada, con suerte y militan en Morena). Ni que domine cualquier tema, como dice mi amiga Diana. Cierto. Por eso Luis Donaldo Colosio, padre, era un hombre muy disciplinado. Y solía aprenderse frases hechas que luego repetía a la menor provocación. Eso que parecería una crítica mía, es un elogio.
Y es que ahora, azuzados por las redes sociales, o por la transmisión en vivo vía Instagram o Facebook, los políticos jóvenes suelen soltar burradas que según ellos son puntadas ingeniosas u ocurrencias espontáneas. Craso error. Es verdad que la comunicación política ha evolucionado y si antes un tribuno tenía que gritar para hacerse oír, ahora puede hablar en voz baja y serenamente, que es la mejor manera de hacerse entender por los demás.
Además, hay que ser prudentes a la hora de grabarse dando mensajes con los celulares propios. Porque todo se queda en la nube. Y si un senador, digamos Víctor Fuentes, se lanza en contra de López Obrador y dice que la 4T es más corrupta que Calderón y Peña Nieto juntos, a los siguientes treinta días, cuando ya se arregle con AMLO para ser candidato a alcalde para Monterrey, deberá hacer la arriesgada pirueta verbal que le justifique esa conversión poco ética, tan burda y tan de última hora. Pero por eso llegan los políticos a los altos niveles; porque por instinto aplican las fórmulas de El Príncipe de Maquiavelo y si no son sabios en muchas cosas sí son expertos en una sola: chapulinear con gracia y sin despeinarse.