Por Francisco Tijerina Elguezabal
El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca”
Focílides
El incendio registrado la tarde de este lunes en el corralón de Garajes y Talleres en El Carmen, Nuevo León, era fácilmente previsible.
Con la maleza seca crecida por las heladas recientes, todo era cuestión de que subiese la temperatura, previo al ingreso de un nuevo frente frío, para que con cualquier cosa se iniciara el siniestro y en él se perdiesen cerca de 800 vehículos que estaban bajo resguardo de la empresa.
Tierra barata para contar con amplios espacios, sí, pero que debería contar con procesos de mantenimiento, deshierbe y protocolos de seguridad, los cuales evidentemente no se hicieron y no existen.
Había mucha chatarra, es verdad, pero también unidades que participaron en choques y que por alguna causa no habían sido recogidas por sus propietarios; a los problemas que ya enfrentan esas personas, ahora agregue el lío que les significará poder recuperar algo de dinero.
Seguramente habría un seguro, pero estando en México y sabiendo cómo se las gastan las aseguradoras, vaya usted a saber cuándo y cuánto les pagarán a los afectados finales.
Lo grave es que bajo estas mismas circunstancias están un montón de yonques y deshuesaderos, además de cementerios de vehículos oficiales, esperando una simple chispa o que el rayo del sol traspase un cristal o un plástico para iniciar una quemazón.
Deberían exigirles a los propietarios de estos lotes y a los responsables en el caso de las áreas de gobierno correspondientes, que se pongan las pilas para evitar que eventos así vuelvan a repetirse, porque se deben distraer recursos humanos, económicos y materiales, para apagar sus lumbritas, además de que elevan la ya de por sí altísima contaminación y ponen en riesgo la vida y propiedades de las personas que tienen la mala fortuna de vivir como vecinos.