Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
El voto feminista puede ir con la candidata de Juntos Haremos Historia en Nuevo León, Clara Luz Flores Carrales; el voto femenino, no necesariamente. Clara Luz lleva una ventaja inicial: es mujer. Tiene un “negativo” que esquilma la derecha, su esposo Abel Guerra, uno de los políticos más influyentes del estado. Para disminuir a Flores Carrales, los conservadores lanzan la calaña de que él la mangonea. Un insulto a Clara Luz y a las mujeres.
La candidata de Morena tiene una larga y fructífera trayectoria en trazar políticas públicas a favor de la mujer, algo de lo que carecen sus competidores. Para rebajarla, la derecha quiere entramparla con el tema de Félix Salgado Macedonio. Es imposible que Clara Luz trace una condena, una acusación políticamente incriminatoria. Está en campaña y, electoralmente al menos, no es su tema.
La extrema derecha tiene su correlato en la candidatura de Carolina Garza por el PES, una destacada defensora del machismo. Pero, ¿cómo enfrentarán los demás candidatos el voto femenino? El uso de la imagen de su esposa ha sido dejado de lado por el abanderado del PRI medinista, Adrián de la Garza; hasta donde sé, Fernando Larrazabal está divorciado; el único que mantiene una relación de pareja pública es Samuel García, quien antes de la campaña padeció errores que disminuyeron su intención de voto.
Para las feministas la oferta de Clara Luz es limitada, en otras partes del mundo esta agenda no sólo incluye la lucha contra la precarización de la mujer, también la propuesta del sueldo por el trabajo en casa trascendiendo la domesticación, inclusive salir del sojuzgamiento del crédito o la educación de los hijos bajo la hipótesis de que “no es amor, es trabajo”.
Flores Carrales ofrece lo esencial y, aún así, es una oferta que supera en todos los sentidos a la oferta o a la falta de oferta de los demás candidatos. Ellos, o se meten inteligentemente en la agenda femenina o Flores Carrales ganará, por mucho, en este segmento electoral.
Siendo detestable el uso político de la imagen de la mujer (esposa, hijas), en la sociedad conservadora de Nuevo León no es mal visto porque se impone, o se trata de imponer ideológicamente, el valor de la “familia” (cualquier cosa que eso sea).
En Nuevo León estamos muy lejos de la propuesta internacional de la agenda feminista –pero este voto se irá con quien ofrezca las mejores políticas públicas a favor de la mujer–, inclusive de sus radicalidades.
Así finaliza Teoría King Kong de Virginie Despentes:
“El feminismo es una revolución, no un reordenamiento de consignas de marketing ni una ola de promoción de la felación o del intercambio de parejas ni tampoco una cuestión de aumentar el segundo sueldo. El feminismo es una aventura colectiva para las mujeres, pero también para los hombres y para todos los demás. Una revolución que ya ha comenzado. Una visión del mundo, una opción. No se trata de oponer las pequeñas ventajas de las mujeres a los pequeños derechos adquiridos de los hombres, sino de dinamitarlo todo.
“Y dicho esto, buena suerte chicas y mejor viaje…”