Por Eloy Garza González
Cada vez que yo quiero conocer un punto de vista imparcial sobre el mundo de la actuación, busco a Luis Martín, director de teatro, historiador y promotor cultural. Luis es uno de mis más grandes amigos desde hace muchos años y es el hombre de teatro más impecable que conozco. Y el más respetable. En el gremio, a Luis Martín se le escucha y se le atiende, porque es el que más sabe y nunca claudica. Por eso es una leyenda en vida. Así de simple.
Luis Martín me dice que Clara Luz Flores sí cometió un acto de censura; que es reprobable pretender silenciar la sátira y que Marco Polo (no Clara Luz), merece una disculpa pública.
A los actores se les tiene que respetar su trabajo, sin restricciones de ningún tipo. El arte, bueno o malo, trascendental o efímero, es libre. Una demanda de un político o una política a un grupo de actores, porque ironizan o parodian su comportamiento público, es un acto de censura. Punto.
Luis Martín conoce a Marco Polo: fue su alumno. Me dice que es una persona íntegra. Y Luis nunca habla a la ligera. Si eso opina Luis de alguien, es porque es cierto. Tengo muchos años de conocer a Luis y lo admiro tanto como lo quiero, por su calidad artística y su objetividad, al margen de que sea un hombre apasionado (como yo lo soy, así que por eso somos tan afines).
Cuando uno mete la pata tiene que retractarse. No queda de otra. Quien sugirió demandar a artistas por interpretar un papel en escena, sea en las tablas o en un video, dice Luis, tiene que retirar la demanda. De otra manera, queda en entredicho la libertad artística. Y por esa libertad, muchos han ofrendado incluso la vida. Esto es cierto. No seremos nosotros quienes ahora cuestionemos esa postura que es uno de los mayores baluartes del humanismo.
Querido Luis Martín: dejo constancia de nuestra charla de ayer en un espíritu democrático y plural, donde la amistad es una búsqueda conjunta de la verdad, cueste lo que cueste y al sacrificio que sea.