Por Eloy Garza González.
Hace muchos años, cuando yo era niño, aprendí a tocar el piano. Nunca fui un virtuoso como mi amigo el doctor Jaime Rodríguez Sierra, cuyos dedos prodigiosos lo mismo interpretan una pieza musical que una intervención muy delicada de cirugía plástica. Sin embargo, yo también me las ingeniaba para embestir el teclado y nunca quedé mal con mi audiencia… más que sólo una vez.
Resulta que yo acompañaba al piano a mi papá en todas las misas dominicales. Juntos interpretábamos el Ave María de Bach-Gounod. La más popular Ave María es la de Schubert, pero mi papá y yo siempre queríamos salirnos de lo convencional.
Yo tocaba por nota. Aprendí a leer fácilmente cualquier partitura que me pusieran enfrente. Italia, mi maestra de piano, era muy estricta conmigo en sus clases. En cada misa, boda o bautizo de familiares nuestros, el cura nos hacía una seña desde el altar y mi papá y yo comenzábamos nuestra interpretación. Fuimos un éxito rotundo y arrollador entre tantas almas piadosas.
Hasta que un viento de los llamados alisios pudo acabar de un soplido con mi reputación como pianista. Esa vez, un monaguillo despistado abrió la ventana para que corriera aire fresco por el templo, con tan mala suerte que se coló el viento alisio e hizo volar la partitura del Ave María en mitad de la canción.
En vez de dejar de tocar, improvisé. Solo mi papá se dio cuenta, junto con el cura que al final de la misa me reprochó que yo jazzeara (¡tamaño sacrilegio!) con la composición de Johann Sebastian Bach.
¿A qué voy con esta anécdota? A lo siguiente. Imaginemos que en vez de tocar yo el piano en ese infausto domingo de los vientos alisios, lo hubiera tocado alguno de los candidatos a gobernador de Nuevo León.
Empecemos por Clara Luz Flores. La candidata de Juntos Haremos Historia por Nuevo León toca por nota. Y lo hace muy bien. El problema es que alguien abrió la ventana, se filtró un viento alisio y le voló las partituras. Clara Luz tuvo que improvisar. ¿Lo está haciendo bien? Que lo decida el lector.
Sigamos con Adrián de la Garza. También el priista toca por nota y aun cuando improvisa lo hace tocando de memoria. O sea, que en realidad nunca improvisa. ¿Eso es bueno o es malo?
Luego viene Samuel García. Como joven millennial no aprendió a tocar por nota: todo lo improvisa, es decir, todo lo jazzea. A veces el palomazo le sale bien y a veces le sale mal.
Ahora viene Fernando Larrazábal. El problema del candidato del PAN es que toca tan bajito que nadie percibe si está tocando por nota o está improvisando. O sea, tiene que aumentarle al volumen si quiere que lo escuchen.
Terminemos con Carolina Garza Guerra, candidata del PES. Carolina sabe tocar por nota e improvisa bien. El problema es que no tiene instrumento musical. No tiene piano y así no puede demostrar sus dotes.
Termino mi artículo igual que termina la composición de Bach-Gounod: Amén.