Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“Meter mucho ruido a propósito de una ofensa recibida
no disminuye el dolor, sino que acrecienta la vergüenza”
Giovanni Boccaccio
Recuerdo las viejas caricaturas en las que aparecía Ralph el coyote y Sam el perro ovejero que durante el turno de trabajo peleaban encarnizadamente uno por hurtar las ovejas y el otro por defenderlas, pero una vez que el silbato de la conclusión de tareas silbaba, se saludaban y daban buenos deseos.
Y uno piensa que las cosas deberían ser así en la política. De hecho, me ha tocado observar, sobre todo en el Congreso, como se llevan de manera civilizada los integrantes de distintas fracciones en lo privado, aunque en lo público se digan hasta de lo que se van a morir.
Entendamos, esto no se trata de una lucha a muerte y aunque hay muchos intereses en juego el pleito no debería ser personal porque de lo que se trata es de convencer al electorado.
Dicho en otras palabras, no son rivales sino más bien contendientes que aspiran a los mismos cargos y ahí media una gran diferencia.
De unos días para acá un grupo de WhatsApp que se había significado por ser un punto de encuentro entre un buen número de políticos, funcionarios públicos y periodistas y en el que se compartían historias, información y comentarios, además de celebrar cumpleaños y claro en las condiciones actuales dar el pésame en los casos de defunciones, se ha convertido en una arena de lucha libre en la que a diario se dan con todo grupos antagonistas.
Y uno entiende de pasiones, de filias y fobias, pero después de ver la facilidad con la que son capaces de cambiarse de camiseta, lo menos que podría pensar es que exista un mínimo respeto y tolerancia porque, ya lo saben, mañana o pasado las condiciones y circunstancias pueden cambiar y quienes ayer eran tus antagonistas mañana pueden ser tus compañeros, pero no es así.
De manera lastimosa, pero sobre todo innecesaria, en este chat se ha dado un refuego entre varios participantes que se han excedido a últimas fechas en los señalamientos, recriminaciones, acusaciones e injurias, llevando el asunto al extremo en que otros terminamos por sentirnos con esa fea sensación de “pena ajena”.
Porque más que enlodar al contrario, a cada post que publican terminan desnudando sus debilidades; porque recuerdan pasados conjuntos y no se dan cuenta de que ellos estaban ahí y nunca antes lo dijeron, porque se trata de confesiones de culpas y pecados que ahora, metidos en otros colores, pareciera que ya han sido perdonados y no es así.
A la política de hoy le hace falta más verdad y más propuesta, menos grilla y mucha menos guerra sucia. Dejen ya de tirar mierda que cada vez que lo hacen terminan embarrados hasta los codos.