Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“Más predecibles que cualquier película de El Santo”
Yomero
Con esa amarga sensación de haber perdido poco más de dos horas de vida terminé ayer de ver el debate entre los candidatos a la gubernatura.
Planos, sin chiste, predecibles, sin sorpresas, se dedicaron a lanzarse “jabs” y a hacer tímidos amagues sin nunca de verdad tirar un golpe contundente que hiciese cimbrarse a los rivales.
Apresurados, atropellados, presionados por el tiempo, sin mucha preparación, fueron presa del nerviosismo o en algunos casos de la soberbia extrema de antes de un mes de la elección ya sentirse ganador, magnificada con un lente de aumento en el caso de la actitud corporal.
Todos, todos, se centraron en enviar mensajes al racional de las personas, olvidándose por completo del emocional y sí, en la mente puedes argumentar, pero la persuasión convence en el corazón y sentimientos de las personas y ninguno apeló a esa herramienta.
Se centraron en el debate, en ese espacio de Palacio de Gobierno en donde se realizó y en ese tiempo en el que transcurrió, sin pensar que el evento no es el acto en sí mismo, sino lo que puede provocar.
Un ataque, un detalle, un momento puede cambiar el destino de una elección; un debate sirve para generar notas al día siguiente y los días posteriores, para posicionar una frase para si mismo o para descalificar a un rival.
Deberían entender si estudiasen sobre el tema cómo aquel debate del “Hoy, hoy, hoy” le hizo ganar la presidencia a Vicente Fox o cómo el manejo de mensajes y un cambio en su actitud gestual y corporal terminó de convencer al electorado y llevar a la presidencia de Colombia a Juan Manuel Santos.
Descafeinados, lights, ligeros, flats, aburridos…