Por Félix Cortés Camarillo.
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En 1935 George Gallup fundó una empresa consultora y analista de estadísticas en los Estados Unidos para orientar a las empresas jaboneras -Colgate y Procter- sobre los avances que sus productos de limpieza doméstica, aseo personal y belleza elemental tenían entre el público.
Muy pronto los partidos políticos se dieron cuenta de la eficacia que tenía la difusión de los datos sobre las preferencias del público para las subsecuentes conductas de repercusión e imitación. Por eso, la original Gallup se negó siempre a hacer encuestas para clientes directamente metidos en la política. Hoy en día, Gallup Inc. y Gallup Association sostienen un litigio por la propiedad del título Gallup, sin duda rentable y prestigiado.
Nunca he sido partidario de regir mi pensamiento por los resultados de las encuestas de opinión sobre las preferencias electorales de los mexicanos. De manera particular, en México las encuestas son manipuladas, diseñadas de acuerdo a los resultados que el que paga quiere obtener. Dime qué resultado quieres que arroje tu encuesta; tú la pagas, yo la hago y te la entrego a tu manera.
Los políticos de oficio no piensan igual; día con día confrontan las encuestas propias con las ajenas, tratando de navegar el mar proceloso de las mentiras documentadas, y cualquier oscilación y desplome de las cifras en las que cifran su éxito en el ejercicio del poder les puede entrar en estado de pánico.
A eso se debe la actitud agresiva y belicosa que el presidente López y su pandilla que se llama Morena y la cuarta simulación ha asumido en las últimas semanas. Las encuestas de todos tan temidas apuntan a que los candidatos patrocinados por Morena para las próximas elecciones de junio 6 en más de la mitad de las gubernaturas que López Obrador daba por seguramente ganadas.
La estrategia es muy buena y se ha mostrado efectiva: en aquellos comicios en los que Morena gane, se está ejerciendo la democracia. En los demás estamos siendo testigos de unas elecciones fraudulentas, que no son válidas y que deben conducir a la desaparición del INE y del Tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación. Luego de escuchar su propio dicho, los autores han reculado, diciendo que lo que buscan es una modificación – le dicen transformación- de estas instituciones, par que jueguen del lado de Morena.
El más reciente capítulo de esta mascarada es el ataque frontal de López Obrador y sus capitostes con el objeto de sacar al panista gobernador de Tamaulipas Francisco Javier Cabeza de Vaca de la escena política y convertirlo en un reo más del sistema penitenciario mexicano. No vale la pena abundar sobre los cargos que se le atribuyen a Cabeza de Vaca y que los dóciles borregos del Congreso aprobaron para quitarle el fuero que le protegiera temporalmente de los cargos que podrían llevarlo a la cárcel.
El asunto es el desprecio que el presidente López le tiene a la falsedad institucional tan enraizada en nuestro país que se llama pacto federal. Formalmente, todos los estados que integran la república Mexicana hacen anteceder a su nombre las palabras «estado libre y soberano». Nunca lo han sido y nunca lo serán. La pugna entre el Congreso central y el del estado de Tamaulipas así lo documenta. La señora secretaria de Gobernación -otrora ministra de la Suprema Corte, ya emitió su fallo: Cabeza de Vaca ya no tiene fuero.
De lo que nadie se ha dado cuenta es de que este circo mediático armado por el presidente López puede hacer que le salga el culo por la tirata.
Ciertos estamos de que hay in descontento creciente por el modo de gobernar de Andrés Manuel. La pregunta que nadie me ha sabido contestar es ¿dónde el líder que encabezaría la eventual insurrección, por un camino u otro, para corregir este enorme mal?
Cuando todas las opciones se reducen a la figura señera y vieja de Porfirio Muñoz Ledo, el asunto está muy mal.
Pero si la cuarta simulación se empeña en sacrificar a toda costa al gobernador tamaulipeco, puede convertirlo precisamente en el líder que todos, bueno, muchos, estamos pidiendo. Porque todo viene totalmente de Palacio y regresa hacia allá.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿ya tiró el arpa con su candidata a gobernadora de Nuevo León? ¿Tanto miedo le tiene al candidato de los Junco que ni siquiera puede decir su nombre? No se apure, Adrián está lejos del voto.