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Dale duro, dale más, que hay tantas cosas que deben blanquear;

lavandera manduqueando va todo el mugre de la sociedad.

Daniel Celedón, La lavandera

La semana pasada, en un bellísimo edificio de la Ciudad de México, asistí a uno de los pocos eventos mexicanos en los que todavía se canta el himno nacional –salvo que se transmita por tele en cadena nacional– y me percaté de que muy pocos de los asistentes sabíamos qué posición tomar, dónde colocar las manos y de qué manera mover los labios en la indispensable lyp sync, que quiere decir sincronización de los labios, para que pareciera que los demás sabían lo que supuestamente estábamos cantando.

De que estamos ante la ausencia de los símbolos patrios no hay duda. Ayer fue Día de la Bandera y, si no fuera por un casi fatal accidente de un soldado en Chihuahua que no se zafó a tiempo del lábaro enorme que iba a izar con sus compañeros y que acabó con envolverlo y luego dejarlo caer desde unos cinco metros al piso, la fecha hubiera pasado inadvertida.

Los políticos, especialmente este Presidente, no acaban de entender que entre menos frecuentes sean sus discursos más importantes serán sus contenidos, sustituyendo así volumen por peso, que es una lección de física que aprendimos en la secundaria, algunos de los que la cursamos.

De esta manera, a falta de himno y bandera nos nutrimos de porras y camisetas. Hay la necesidad de sentirnos, de cualquier manera, mexicanos.

Ayer fue un día de México en materia de espectáculos. En el Chapultepec, uno de los clubes que ya saben quién califica de más fifís del mundo, se jugó un campeonato mundial de golf en un excelente día y con una organización de primer orden. Con la presencia de una selección de golfistas de primera en el campo, como Mcllroy o en las noticias, como Tiger Woods. Fue un éxito que todo el mundo del golf –que es uno de los que más lana tienen– estuvo viendo y oyendo la palabra México cada tercer párrafo.

Muy lejos de esas latitudes, en California, el nombre de México estuvo presente permanentemente en el negocio mediático que son los premios Oscar al cine, con una audiencia potencial que, aunque disminuida, sigue siendo de millones.

Todo esto se da a unos días de que el Presidente de nuestro país anunciara que no se hace más la carrera automovilística del Gran Premio de México, que en los últimos años y a duras penas había comenzado a levantar notablemente cabeza como un importantísimo evento de nivel mundial.

¡No va más! dijo el gran croupier de este casino en que hemos convertido a nuestro país. No habrá dinero para la carrera automovilística que ha demostrado, además de poner el nombre de nuestro país en las marquesinas mundiales del espectáculo automotriz, ser capaz de generar ingresos directos e indirectos a los que nos hemos desacostumbrado a recibir. Si alguien quiere agarrar la papeleta de los gastos que la carrera cuesta, adelante, dice el presidente López. Debemos esperar que lo mismo pase con el futbol americano importado, el basquetbol, el tenis mundial que se jugó ayer en Acapulco o cualquier otro evento que nos ponga en la portada mundial.

Claro, si se hablara de un juego de beisbol en nuestro país, protagonizado por equipos de las llamadas grandes ligas gringas, otro ganso nos cantara.

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Vía / Autor:

Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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