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Por José Jaime Ruiz

La reforma al Artículo Primero de la Constitución Política del Estado de Nuevo León es un acto criminal, clasista, sin equidad, un acto de delincuencia organizada en contra de los derechos fundamentales de la mujer, ilegal e ilegítimo. Criminalizar a la mujer que aborta es un acto de odio para la mujer y de impunidad para el hombre: una discriminación. También violenta el derecho de la mujer no sólo para ejercer su sexualidad sino también violenta la libertad de la mujer sobre su cuerpo. La decisión del Congreso no va por la vida, va por la muerte.

La delincuencia organizada de la mayoría de la diputación del Congreso es un acto clasista porque condena a las mujeres sin recursos económicos a ejercer una maternidad no deseada o abortar clandestinamente, lo cual atenta contra su vida, mientras las mujeres con recursos pueden abortar en otras partes del país y del extranjero. En el fondo, condena la sexualidad de la mujer y su derecho a decidir.

Es ilegal porque va en contra de resoluciones nacionales e internacionales e ilegítimo porque no toma en cuenta la equidad de género. Es un acto de odio nacido de la religiosidad porque condena la diferencia, la libertad sexual y, en el fondo, derechiza la vida pública, la convierte en unidimensional. Patriarcal, machista, se condena a la mujer criminalizándola, pero da impunidad al hombre porque no lo criminaliza por el acto de la concepción.

Tengo una duda metafísica para nuestros diputados en Nuevo León. Dada su definición de concepción, ¿la píldora del día siguiente es abortiva? ¿Se criminalizará a quien la use?

Las mujeres, con esta modificación, dejan de ser sujetos y regresan a ser objetos, meros recipientes. Quienes defienden el “derecho a la vida” en realidad están obligando a la muerte. Quitar los derechos fundamentales a la mujer es una forma de desaparición forzada. Criminalizarlas es desaparecerlas de la vida social, encarcelarlas. Otra de las formas del poder fálico. Por eso la anécdota de Lacan.

La mujer no existe

“Cuenta el mito que un día Lacan entraba a su consultorio en el mismo momento en que algunas feministas, acompañadas por ciertos medios de comunicación, le preguntaron: ‘Dr. Nos gustaría saber  qué piensa de la mujer’. Lacan se dió vuelta y, con la capacidad que tenía de resumir en aforismos una larga elaboración, contestó: ‘La Mujer no existe’ (Feminismos, Letras del Sur Editora, páginas 73-74).

En efecto, para los reformistas al artículo primero, la mujer en Nuevo León no existe.

@ruizjosejaime

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José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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