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Perdón si es que te he ofendido

Desde hace tres años los ciudadanos del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte se han atascado en el cochinero del dilema sobre su salida o no de la comunidad europea. Un plebiscito acelerado y torpe –sin llegar a los extremos de las consultas a mano alzada a que nos quiere acostumbrar el presidente López– llevó a una mayoría de votantes británicos jóvenes y abúlicos a dejar en manos de la derecha ultraconservadora y rancia ganar la votación que planeaba la salida del Reino Unido de la comunidad europea.

Cuando se comenzaron a dar cuenta de las tremendas consecuencias que abandonar el Continente tiene para la política, y sobre todo la economía de su imperio, los ciudadanos de la vieja monarquía comenzaron a recular y a pretender remendar el hoyo enorme que estaban propiciando. En eso ha fracasado ya dos veces la señora Theresa May, primera ministro, quien no ha podido encontrar una salida “quedita” que cerrara las fronteras de su nación, de manera especial, a la indeseable inmigración del sur, conservando las ventajas de entrar a un amplio comercio sin pagar aranceles y al mismo tiempo intacto el orgullo de los insulares. Lo inevitable es la salida de la señora May y la búsqueda de una salida en la que se gane perdiendo.

El asunto no se reduce a la forma en que Gran Bretaña tomará una actitud humilde, que no se le da mucho, ante sus socios de Europa a los que tanto desprecia. La cosa es que ahora que en la política exterior el gobierno de México ha puesto de moda el pedir perdón, ¿cómo le van a hacer los ingleses para disculparse?

Y, lo más importante: ¿el resto de Europa los va a perdonar?

PILON.- El golpe espectacular para romper el monopolio interno del poder y la corrupción que los bandidos ejercían en los penales de Nuevo León no deja de llamar la atención. En una medida relámpago, centenares de reclusos y reclusas de alto riesgo fueron trasladados a otras cárceles federales, sin más que un guardia herido de arma blanca y un recluso fallecido, dicen, de un ataque al corazón. Independientemente del arsenal e inventario de lo que se guardaba en las cárceles, hay otra sorpresa. Estamos acostumbrados a quejarnos de la sobrepoblación de nuestras cárceles: resulta que no hay tal. Hay espacio suficiente para alojar a más delincuentes a costa del Estado.

Tal vez sea una movida adelantada para lo que todo mundo espera, el castigo a los que nos estuvieron saqueando y que, por citar al clásico, no nos volverán a saquear.

felixcortescama@gmail.com

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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