Por Félix Cortés Camarillo.
Todo individuo tiene el derecho a la libertad de opinión y de expresión;
este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones,
el de investigar y recibir informaciones y opiniones
y el de difundirlas sin limitación de fronteras,
por cualquier medio de expresión.
Declaración Universal de los Derechos Humanos, Capítulo 19
Técnicamente, si alguien es capaz de disparar al cielo un arma de fuego en posición perfectamente perpendicular, salvo ligeras variaciones esa bala regresará directamente a su punto de origen y matará al que hizo el disparo. Como nadie es capaz de esa odisea y todos los que, en el fin de año, el 15 de septiembre en la noche o cualquier otra noche de pretexto, tiran balas al aire lo hacen en dirección a unos 60 grados de inclinación, la llamada parábola conducirá al proyectil a un destino fatal indeterminado. Eso se llama bala perdida. Suele causar muertes sin culpable establecido.
Algunas balas perdidas son por lo general identificadas con facilidad porque fueron disparadas a corta distancia y con otros objetivos.
La misteriosa muerte de la joven estudiante Aydée “N” –odio ese anonimato de víctimas y victimarios en estos casos– parece indicar a la posibilidad de una bala perdida, que habría entrado por la puerta como Pedro por su casa. Los alumnos que estaban en el salón de clase donde cayó fatalmente herida Aydée han aprobado –con excepción de dos, ni puta idea por qué– las pruebas de radizonato de sodio. La mariguanada de una pluma convertida en pistola es de películas de Juan Orol.
Lo único cierto es que Aydée está muerta y sepultada. Que la autoridad del DF no es capaz de descifrar el misterio y que en materia de seguridad todo va a toda madre.
PILÓN.- Don Miguel Alemán Valdés, presidente de México, por razones que son tan desconocidas como todas las que se ocultan detrás de las decisiones de los presidentes de México, estableció en 1951 que el siete de junio de cada año iba a ser el Día de la Libertad de Expresión, luego convertido por los periodistas lambiscones, en el Día de la Libertad de Prensa.
Desde entonces, y por muchos sexenios –muchos quiere decir al menos nueve– el siete de junio de cada año el presidente en turno y los dueños de los periódicos, se reunían en una comida, más o menos opípara y ciertamente etílica, gracias a Dios, con los reporteros, fotógrafos, editorialistas y jefes de redacción para que éstos le agradecieran al mandatario lo que por derecho les correspondía: la libertad. El ritual se reproducía en todas las capitales de las entidades federativas.
En 1993, la UNESCO, por los mismos motivos que don Miguel, decretó que el tres de mayo de cada año fuese el Día Mundial de la Libertad de Prensa. De esta suerte, hoy viernes es el día mundial de la prensa libre. Celebremos, pues.
Dice la agencia española EFE que entre el uno de enero y el 30 de abril 20 periodistas han sido asesinados en México. Dice la UNESCO que en el 2018 en México hubo en todo el año más de cien asesinatos de periodistas. Aquí hay un acertijo matemático. Que lo averigüe Vargas.