Por Eloy Garza González.
Hace varias décadas, la noche en Monterrey estaba poblada de seres muy extraños: borrachos, reporteros y jugadores de billar. Quienes vivíamos de noche y dormíamos de día, éramos las tres cosas a la vez. O al menos las dos últimas: reporteros y jugadores de billar.
Hoy, un reportero duerme a sus horas, un jugador de billar no tolera partidas de más de 24 horas y los borrachos ya no son los de antes. Se han vuelto gente más gritona pero más aburrida. Se acabaron aquellas épocas gloriosas en las que, pasadas las tres de la mañana, era fácil toparse a los viejos políticos de puro en boca, en el restaurante Palax o en el Al.
Ahí, los reporteros aceptaban dos o tres rondas de cerveza, pagadas por el líder sindical o el burócrata de medio pelo, o se alistaban para irse al billar. Era el complemento del mísero salario, del dinero escaso, de la subsistencia noctámbula, del ingreso insuficiente.
Con los pesos extras, los noctámbulos flanqueaban las mesas de billar y repetían sin querer las primeras escenas de la película The Hustler (1961) con ese monstruo de la naturaleza que se llamó Paul Newman. Un joven jugador afortunado quería ganarle con su taco al viejo Minnesota Fats. Y durante las primeras 24 horas aparentaba lograrlo. Tiro tras tiro, partida tras partida, Eddie Felson rasuraba a su contrincante. Joven e inexperto, se alzaba envanecido, se llenaba de soberbia, suponía humillar sin clemencia al oponente.
Pero quienes contemplábamos el juego, los reporteros, los borrachos, los más expertos jugadores de billar, sabíamos que el equivalente regiomontano de Minnesota Fats, doblaría la apuesta y acabaría por meterse a la bolsa el monto final, porque era más paciente, más calculador, menos deseoso de las victorias expeditas. Además, tenía dos virtudes imbatibles: no dormía, ni bebía. Su única obsesión era jugar.
La política, a cualquier escala, en cualquier ámbito, es como el billar. Y los políticos avezados son como aquel legendario Minnesota Fats. Si quieres ganarle a un enamorado del poder, no te apresures en humillarlo, no creas que lo acabarás en los primeros tiros, ni lo hundirás en las primeras partidas. La noche es larga y Minnesota Fats, más diablo por viejo que por diablo, sabe calcular los tiempos y administrar su taco; además, tiene todo un sexenio para salirse con la suya.
@eloygarza