Por Francisco Tijerina.
“La prueba suprema de virtud consiste en
poseer un poder ilimitado sin abusar de él”
Thomas Macaulay.
Hasta ahora nada ha funcionado. El fragor con el que se lucha por la dirigencia de Morena pone de manifiesto una lucha sin cuartel que no atiende, ni entiende, de liderazgos, de unión, de objetivos de futuro y mucho menos, obvio está, de concesiones.
Como Pancho Villa: “primero jusilo y luego viriguo”; aquí no hay otra opción, es ganar o ganar.
Y para alcanzar el objetivo los grupos morenistas se han valido de todo, de lo válido y lo inválido, de lo que por años criticaron y de lo que se quejaron cuando estuvieron en otros partidos, hoy padecen amnesia y no hay tregua ni cuartel.
Ni siquiera las advertencias del Presidente para que los servidores públicos se abstengan de intervenir en los procesos hacen mella. López Obrador ya volvió a insistir en el punto, pero diese la impresión de que en muchos lugares del país no lo escuchan o no le creen, porque siguen en las mismas, buscando el poder.
La que se libra en estos días es la prueba de fuego para Morena de cara al 2021 y se está dando con más de un año de antelación. Del resultado de esta elección interna dependerán muchas cosas y de lo que quien resulte electo haga de manera inmediato para calmar las aguas y reunificar a la militancia, dependerá mucho más.
El problema central estriba en que todos se sienten con derechos y capacidades; todos están montados en su macho de “es que ya me toca a mí”.
Mientras el nuevo partido en el poder tuvo a un líder moral al frente -Andrés Manuel- no había ni oposición ni cuestionamientos, todo era seguirlo a él, pero ahora las cosas son distintas y el platillo luce tan suculento que nadie piensa dejarlo pasar sin intentar apropiarse y ponerlo en su mesa.
Si en realidad el proyecto político busca trascender, no se ve otro camino que un gran concilio, pero este no puede ser convocado por otra persona que no sea el creador del concepto y del movimiento mismo; sin él jamás podrán ponerse de acuerdo y muestras de ello existen muchas en la historia.
¿Serían capaces, dadas las circunstancias, de jugarse en un volado, un albur, un “piedra, papel o tijera” o unas “vencidas” el botín en juego y dejarse de peleas estériles? ¿Quedarán conformes los vencidos una vez que pierdan la batalla? ¿No habrá revanchas, quejas, acusaciones y denuncias ante las autoridades electorales? No lo creo, van a pelear con uñas y dientes hasta el final, porque todos creen que la merecen.
Es la prueba de fuego de un partido que cual meteoro nació, brilló en el firmamento y puede ver extinguirse su luz muy pronto, demasiado pronto.