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Por Félix Cortés Camarillo.

El argumento fundamental para que los dóciles legisladores manejados por el presidente López votaran para manejar la Comisión Nacional de los Derechos Humanos por la hija de la ganadora de la medalla Belisario Domíngez y tradicional activista en pro de aclarar el destino de los desaparecidos en este país, es que –según el presidente– no se necesitaba al frente de esa agencia un académico calificado ni un teórico en la materia, que en sus palabras, no habían servido para nada.

Según López Obrador, ahí debe estar alguien que haya sufrido en carne propia las violaciones a los derechos humanos. Ahí encaja perfectamente, según esta hipótesis doña Dolores Piedra Ibarra, hermana del hijo desaparecido de la señora Ibarra viuda de Piedra.

El asunto podría discutirse. Los opositores dicen que Piedra Ibarra está descalificada de entrada precisamente por haber sido víctima directa de violaciones a los derechos humanos por parte de entidades del Estado. Pasado, claro. Esa circunstancia le impide ser imparcial a la hora de considerar actos en los que la autoridad supuestamente viole los derechos de la ciudadanía: está condenada de antemano. Hay prejuicio evidente.

Pero eso no es lo más importante. El hecho aquí es que el presidente López se pronunció abiertamente –y desde luego en lo oscurito más– a favor de esa elección. Y que los legisladores de Morena y compañía hicieron todo lo que estaba en sus manos, legal o no, para que la votación final no dejara más que una duda de dos votos, la sospecha de una boleta doble deslizándose a la urna transparente.

Lo importante es que la cantaleta esa de que “no somos iguales” no es más que un slogan publicitario. Morena, con su indiscutible pasado priísta, es igual que los antecesores. Mentirosos, tramposos, chuecos, como dicen que los políticos y los plátanos son: no hay uno derecho.

Son los caminos del ayer. Pasado de un romance que fue.

PILÓN.-  Ayer se cumplieron dos aniversarios muy importantes. Hace 30 años cayó el muro de Berlín y comenzó la más importante transformación del siglo pasado, el fin de la Guerra Fría. Igualmente, ayer se cumplieron 50 años del inicio de uno de los más maravillosos programas de la televisión. Algo que en México se llamó Plaza Sésamo. Varias generaciones de niños en 150 países y 70 lenguas aprendieron de manera divertida las primeras letras, los primeros números, los conceptos elementales de arriba-abajo, cerca-lejos, o la necesidad de sociedades que no discriminaran, que fueran incluyentes. Aprendieron a restar y sumar.

Hoy domingo, los españoles irán una vez más a elecciones generales para ver si logran una mayoría que permita formar gobierno. En tres años llevan cinco intentos fallidos de esto. Parece que los españoles no aprendieron de Barrio Sésamo – el título del programa de tele en España– aquello de sumar y la tolerancia. El PSOE no va a lograr aliarse con el Partido Popular, la mayor fuerza de la derecha, mientras Vox quiere colarse a la tercera posición. La derecha, como en todo el resto de Europa, está en Madrid al acecho.

A tantos años de distancia, los hijos de la Madre Patria acá en América Latina andan buscando un líder para su renovada internacional socialista. Mientras, la península no puede unificar su propio país.

felixcortescama@gmail.com

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Autor: lostubos
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