Por Félix Cortés Camarillo.
Antes de conocer a la bella Xóchitl, uno de mis primeros y muchos amores imposibles y mi maestra de primer año, yo ya sabía ler –como dijo Nuño– porque a mi casa en Monterrey llegaba el periódico El Porvenir, y en algún rincón diario o semanal estaban los monitos, en donde residían tiras cómicas notablemente bautizados como Pancho y Ramona o Benitín y Eneas. Estas parejas disfuncionales me condujeron al mundo de las letras.
Muy pronto pasé de consumidor de monitos a lector de noticias. Por estas fechas, cada año, las ocho columnas que diría Nalgador Sobo, que así le dicen los fifís a Salvador Novo, publicaban desmenuzado el presupuesto de egresos de México; en otras palabras, cuánta lana se iba a gastar el gobierno en qué rubros. Durante muchos años sentí un orgullo oculto al enterarme cada año que los mayores gastos del gobierno estaban destinados a la educación y la salud.
Ciertamente eran las principales necesidades de nuestra sociedad, y en el curso de mis años de niñez, adolescencia y juventud las instituciones educativas y de salud, el IMSS, sin duda, se convirtieron en ejemplos continentales de desarrollo y justicia social, de algún modo.
Hoy mi lectura es otra.
Después de sesiones de saltimbanqui de los legisladores mexicanos, ellos aprueban sin chistar el proyecto de presupuesto que les envió el presidente López. Las prioridades ya son conocidas: la caridad que compra votos, como el apoyo a los ninis para que sigan sin estudiar ni trabajar para incrementar el ejército de próximos votantes en la reelección. ¿O no? La conciencia nacional sabe perfectamente que su principal dolor es la inseguridad. Una de las instituciones más dañadas en este presupuesto de egresos es la Fiscalía del señor Hertz Manero.
Y si eso lo extendemos a las asignaciones dedicadas a los gobiernos estatales que no están en manos de Morena, el descontento nacional se va a expandir.
PARA LA MAÑANERA.- Con todo respeto, señor Presidente, ¿cuántos muertos embolsados en pedazos en plástico negro en Nuevo León hacen falta para que Usted se entere de lo que pasa en Su –sí, muy suyo– país?
