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Por Félix Cortés Camarillo

Tú me abriste las heridas que ya daba por curadas

con limón, tequila y sal.

Una historia repetida,

solamente un déjà vu que nunca llega a su final.

Manny Cruz, Déjà vu

Se necesita un estoicismo digno de los aztecas para soplarse, como yo, casi todos los días la perorata del presidente López que él insiste en llamar conferencia de prensa. Lo de ayer, sin embargo, era algo especial. Desde su inicio soplaba ese vahído tierno y cálido que surge cuando tenemos la sensación de volver a visitar sitios familiares, situaciones ya vividas, algo así como lo que en televisión llamamos una repetición. Eso que se llama, en sicología creo, un déjà vu.

Con la obstinación que ha hecho proverbial él mismo, el presidente López insiste en llamar la arenga de ayer ante un Zócalo repleto en la Ciudad de México su cuarto informe de gobierno. En estricto sentido constitucional y en respeto de la ley, los informes del presidente de México se rinden el primero de septiembre, ante el Congreso de la Unión, en la sesión de su período ordinario de sesiones. Lo de ayer fue simplemente un discurso de campaña política, del presidente más fuerte, popular y seguido de toda nuestra historia reciente. Un discurso de campaña política que un presidente con semejante popularidad no necesita. Pero eso es otra cosa.

Lo cierto es que lo de ayer fue exactamente igual a todos los informes de los presidentes que han pasado por encima de mi país desde que escucho su verbo florido. Lo que desde siempre hemos llamado los mexicanos la danza de los millones, cuando pertenecemos a una comunidad a la que escapa de su raciocinio cualquier número que sea seguido de seis ceros.

Lo demás fue lo de siempre: vivimos en un país perfecto. Estamos mejor en todos los campos posibles, crece todo menos la deuda, pero vamos a estar mucho mejor en lo que viene. Y al que no le guste el fuste, que lo tire y monte a ráiz.

Las virtudes demagógicas del presidente López son innegables. Sus dotes histriónicas no pueden contestarse. El asunto es que todos los mexicanos, incluyendo los miles de seres humanos que casi llenan la plancha del Zócalo, ya vimos esta película.

Demasiadas veces.

PARA LA MAÑANERA.- Con todo respeto, Señor Presidente. Usted nos dijo ayer en el Zócalo capitalino que todos los que disentimos de las medidas que usted ha ordenado en materia de educación nos podíamos ir… en el avión presidencial. En lo que a mí concierne agradezco la invitación a usar un aeroplano que, según su repetitivo discurso, «ya no existe». Como esto último es una mentira, yo pregunto, aunque sé que  no tendré respuesta: ¿cuánto le cuesta a México diariamente el almacenaje, mantenimiento y gastos operativos del intento de vender el TP 01′?

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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