Por Obed Campos
Los que vivimos en Nuevo León llegamos a pensar que habíamos tocado fondo y que no podría haber peor gobernador que Rodrigo Medina de la Cruz, quien se sentó, del 2009 al 2015 a administrar su riqueza, y no quiso ver el azote de la delincuencia organizada la cual hizo de las suyas en todos los sentidos en el territorio estatal.
A Medina no le importó el sufrir de los nuevoleoneses, pero, a su sucesor, Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, parece que tampoco.
Porque si Jaime tuviera interés, al menos de guardar las apariencias, ya de perdido iría a las juntas de las Mesas de Coordinación Estatal, o sea, le taparía el ojo al macho, no como ahorita, en que, de 256 de estas reuniones, el gobernador ha acudido solamente a ocho.
Y es que desde que es gobernador de Nuevo León, Jaime viaja en camioneta blindada, escoltado y rodeado al menos por cincuenta gentes en sus traslados, al igual que sus allegados y familiares.
Si de Rodrigo se llegó a decir que vivía en McAllen, Texas y que se trasladaba todos los días en helicóptero hacia esa ciudad fronteriza, la lejanía y el aislamiento del pueblo parece ser un mal de nuestros gobernantes, porque Jaime está tan lejano y tan aislado como su antecesor.
Pero otro que debería de bajarse de la camioneta blindada y regresar a como andaba hace menos de seis años, cuando la fortuna no le sonreía, es Manuel González Flores, el secretario de Gobierno, que quién sabe de qué marca sean los lentes que usa para ver a Nuevo León.
Porque sin ningún desparpajo Manuel acepta que el 2019 terminará con más crímenes violentos, al menos un 10 por ciento más que el año anterior.
El Semáforo del Delito registró para el estado 882 casos de homicidio, frente a los 825 incidentes reportados durante el año pasado.
¿Y luego señor secretario? ¿Dónde está el remedio?