Por Eloy Garza González
@eloygarza
Morena en Nuevo León está formada por tres tribus. Una es la que preside en lo formal la dirigente Bertha Puga, cercana a los afectos de AMLO y que se apoya en los hombros del líder social y estratega Horacio Flores. Su radio de acción es tan amplio que llegaron a posicionar a Rosario Piedra Ibarra en la CNDH. Su derecho de picaporte con el presidente se llama Alfonso Romo. Tras el (o debajo de él) está una supuesta independiente que opina lo que le dicen: Tatiana Clouthier.
Otra tribu es la de Yeidckol Polevnsky. Su operador (en Nuevo León y en otros estados) es Carlos Suárez Flores. Cuidado: no siempre es la voz autorizada del presidente, quien ha pospuesto el relevo partidista, a un futuro con fecha de caducidad, pero Yeidckol, por lo pronto, es factor de influencia.La tercera tribu en Nuevo León la forman los amigos locales de la titular de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Su poder va en declive por los rumores (fundados o no) de que los días en Gobernación de doña Olga están contados. Hay quienes vaticinan incluso que su remoción ocurrirá durante los idus de marzo. De ser falsa la especie, poco se hace en Bucareli para desmentirla. Quizá falte oficio.
¿Otras tribus de Morena en Nuevo León? Ninguna otra. Judith Díaz (expanista antes tan aguerrida), ha tenido que replegarse desde que AMLO sentenció a todos los superdelegados estatales que quien aspire de ellos a un cargo de elección popular, renuncie “a la de ya” a su puesto, so pena de arriesgarse a que, si mete mano en el erario, se vaya directo al bote.
No perdamos de vista a estrellas morenistas en ascenso, como el coordinador de ese partido en el Congreso local, Ramiro González. Su gracia consiste en mediar entre las tres tribus que dominan la política del estado. Y no lo hace mal.