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Por Félix Cortés Camarillo

En los albores del Renacimiento, hacia la mitad del siglo XV, en una Europa que internamente oscilaba entre el medieval conservadurismo y el progreso que llegaba, resurgió el mito de la nave de los locos, que hacia 1503 el genial pintor El Bosco plasmó en cuadrito de menos de sesenta centímetros de base que se encuentra en el Louvre, hoy sitiado y ausente como todos los sitios de la cultura.

            El mito de la nave de los locos, de la Edad Media, afirma que los dementes –más bien dicho los que la sociedad consideraba así– eran puestos en un barco sin timonel ni rumbo, mucho menos provisiones, simplemente con la siniestra intención de que no llegaran a ningún puerto sino el de la muerte. La imaginación galopante hizo luego poemas, historias y creo que hasta una película sobre el trágico sino de estos orates, que en el mejor de los casos acabaron comiéndose unos a otros en su locura.

            El magnífico cuadro del Bosco, pintado cuando no salía del oscurantismo medieval, es una alegoría denunciando los vicios de la época, de manera especial el vino y el sexo y particularmente señalando la hipocresía del clero de entonces.

            La ola de pavor que comenzó a manar de Oriente a comienzos de este año, ya llegó a América: los Estados Unidos ya son el principal foco de difusión de la infección pulmonar que llamamos coronavirus. Con esta pandemia nos ha llegado a todo el mundo el pase de abordar a la nave de los locos.

            Este mundo ya no va a ser el mismo. Su economía está sepultada, su convivencia es inexistente, y las posibilidades de una recuperación son mero sueño. El número de las víctimas fatales de la pandemia puede ser mucho menor que los que nos dejó la peste negra del siglo catorce, que aniquiló a la mitad de Europa. La condición universal de este mal es más perniciosa: nos ha contagiado el miedo, que es más dañino que el mismo Covirus-19.

            El miedo nos ha embarcado en la nave de estos locos aterrorizados que no tienen timonel, rumbo ni alimentos. Lo que es peor, no tenemos ni siquiera una esperanza.

            Desde luego, el mundo no se acaba este año, como no se acabó con la peste bubónica ni con la viruela o la sífilis , que nos trajeron los conquistadores, ni con las otras plagas que hemos superado. Vamos a salir de este hoyo. El problema es que alguien nos diga de qué manera y a qué precio lo haremos.

            La administración actual no parece tener esas respuestas.

PARA LA MAÑANERA (COMO NO PUEDO ENTRAR).- Señor Presidente, con todo respeto: ¿La cerveza Corona que se iba a hacer en Mexicali, se cura con coronavirus?

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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