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Por Francisco Tijerina Elguezabal

“Penélope, con su bolso de piel marrón…” // Augusto Algueró

Igual que Penélope, la mujer de la canción de Joan Manuel Serrat, el Covid-19 nos obliga a sentarnos a diario en el viejo andén a la espera del amante que no vuelve.

La pandemia se convierte en una durísima prueba de resistencia mientras vemos pasar los días, horas y minutos, como si fueran los pasajeros que llegan en aquel tren y al final, como la musa de la canción, para nosotros todos son muñecos.

Pero es la única forma de vencer al mal, la más segura para no contagiarnos, la verdaderamente efectiva, a pesar de la prisa que corre a muchos por volver a las calles, al trabajo, a la necesaria reactivación económica.

Y vamos de acuerdo, si vemos con recelo al virus, lo cierto es que el fantasma de la recesión económica se cierne como negros nubarrones sobre nuestras cabezas y por ello la urgencia de tantos que claman por el regreso a la actividad cotidiana.

Pero, ¿a qué costo?

La historia no miente y la humanidad entera ha sido testigo de la manera en que el coronavirus se ha comportado en todo el planeta y por mucho que digan nuestras autoridades que han “aplanado la curva”, lo cierto es que en México no hemos alcanzado de manera oficial la fase más alta de los contagios y decesos.

Y si a lo anterior sumas la desinformación imperante, las señales cruzadas, las versiones encontradas de unos y otros, terminamos subidos en una montaña rusa que pasa de la alegría al llanto, de la esperanza a la tristeza, del júbilo a la desesperación, porque no hay nada más inquietante que lo desconocido.

¿Pueden realmente quienes hoy claman por volver a la actividad normal asegurarnos que lo haremos de manera segura por más medidas que tomemos?

Está visto que ante la eficacia de la cuarentena muchos dan por hecho que nada sucede, que todo es un “cuento chino” y se va relajando la disciplina, y se le va perdiendo respeto y se va tomando confianza, pero es un bicho invisible que simplemente llega y te infecta y no te enteras hasta un par de semanas después, cuando ya lo tienes, como decía José Alfredo, “hasta dentro del fondo del alma”.

Sí, hay que tener miedo de la crisis económica, pero de esa como ya hemos visto es posible salvarse, de la enfermedad no y un error en este momento puede ser fatal.

Difícil decisión que quedará para la historia y que marcará de manera definitiva nuestras vidas.

Mientras tanto en la locura de las cifras, los datos y números, de las versiones, los encuentros y desencuentros, nosotros seguimos a diario como Penélope, sentados en el banco del andén, meneando el abanico.

ftijerin@rtvnews.com

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Vía / Autor:

// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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